El desconfinamiento trajo consigo el abandono del único evento social físico que la población podía disfrutar en compañía de personas no convivientes. Aquella cita de las ocho de la tarde para aplaudir en apoyo al personal que estaba en primera línea de la pandemia y que se convirtió en un símbolo de cohesión social en tiempos de Coronavirus.
La obra ‘Un espectador accidental o Las ocho de la tarde’ revive este acto social y teatral que puso de relieve la necesidad generalizada del contacto físico entre personas, ‘del contacto entre los cuerpos que viven un mismo momento’. Esta representación de la compañía Montajes en el Abismo, es además una apuesta decidida por un teatro en vivo y sin pantallas, que podrá verse en el Centro Cultural Federico García Lorca el sábado 13 de noviembre a las 20 horas.
Se trata de una propuesta que pone el foco en el acto social y teatral de los aplausos de las ocho de la tarde
En concreto, se trata de una propuesta que pone el foco en el acto social y teatral de los aplausos de las ocho de la tarde y se pregunta por los motivos que llevaron a millones de personas a participar en ese acto y sobre las satisfacciones que se producen por la unión de cuerpos que aplauden y se miran.
En palabras del escritor y filósofo Santiago Alba Rico, autor de Ser o no ser (un cuerpo), “no hay nada más decididamente escénico que un balcón asomado sobre un patio de butacas. Desde este punto de partida, Jorge Jimeno interpela del modo más brillante e incómodo una cuestión, a mi juicio, decisiva: qué hacer con nuestros cuerpos allí donde ya sólo pueden ser o superfluos o amenazadores".
Ana y Jorge, además de fundadores de la compañía Montajes en el Abismo, son los personajes protagonistas, reales y ficticios, de esta historia producida en tiempos muy difíciles para la creación y exhibición teatral. “Si producir teatro es siempre una aventura al filo de lo imposible, hacerlo en tiempos de COVID fue probablemente una temeridad, pero ha resultado todo un acierto", afirma Jorge Jimeno, que es también el autor del texto.
Esta es una obra que nació en el abismo de la “nueva normalidad”, producida durante el verano del 2020 y estrenada en octubre en la Sala Real de Becerril de la Sierra con una clara intención: la apuesta irrenunciable al teatro en vivo y sin pantallas.
La obra es, en sí misma, una invitación a no renunciar a la magia y satisfacción del teatro porque, como recita Ana en la función “hay algo que solo se recibe de los cuerpos que están cerca, de los cuerpos que viven un mismo momento”. Así lo resaltaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un informe publicado antes del Coronavirus, donde se destacaba que llevar el arte a la vida ofrece una dimensión adicional que contribuye a mejorar la salud física y mental.
Esta obra no pretende mandar un mensaje de desafío a las reglas, según indican desde la compañía. “Nuestra única pretensión es crear un espacio para que resuenen en el público asuntos como las reglas sociales, la hegemonía de la imagen, el lugar donde han quedado relegados los cuerpos...”, explica Jorge Jimeno.
La intención por tanto de Un espectador accidental o Las ocho de la tarde es que cada espectador construya su propio mensaje, que le otorgue a la obra un sentido propio construido a partir de su mirada, lo que en opinión de Jimeno “es el mayor grado de participación que puede tomar el público, y que desde luego no requiere de ninguna tarea adicional más que la de su atención”.
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