El ritmo de vida ha evolucionado a un compás mucho más acelerado y frenético, no hay tiempo para nada ni para nadie. Los horarios de trabajo se han intensificado, obligándonos a comer en reducidas porciones de tiempo y lejos de nuestra hogar o de una cocina. Hemos interioriza comer rápido y mal, comida que se consume al instante, con sabores prefabricados y sin un incentivo nutricional detrás. Solo buscamos llenar la barriga para seguir produciendo, trabajando y rindiendo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una alimentación sana es aquella que incluye principalmente frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales, y reduzca la ingesta de azúcares. Además, el organismo recomienda el consumo de grasas no saturadas por encima de las saturadas y limitar a menos de cinco gramos diarios la ingesta de sal.
La mayoría del fast food que consumimos se centra en alimentos muy palatables, que no aportan la mayoría de nutrientes que necesitamos diariamente para llevar un día con normalidad. Es por esta razón que muchas personas sufren ciertas enfermedades a raíz de una alimentación pobre y un estrés elevado en el día a día.
Efectos de llevar una mala alimentación
Cansancio: uno de los síntomas más comunes que alertan de una mala alimentación es el cansancio de forma habitual. Algo que puede confundirse con el agotamiento del día a día. Si no ingerimos los suficientes micronutrientes (vitaminas y minerales) nuestro cuerpo no tendrá la energía necesaria para cada jornada. Según los expertos, una dieta con exceso de grasas también puede ocasionar cansancio excesivo y pesadez, ya que son más difíciles de digerir.
Estreñimiento: la falta de fibra en la dieta puede provocar estreñimiento o un mal funcionamiento del sistema digestivo. Se puede solventar incluyendo más frutas y verduras a nuestra dieta, debemos también dejar las bebidas carbonatadas y consumir preferentemente 2 litros de agua.
Cambios de humor: pocas personas relacionan una mala alimentación con los cambios de humor. Ingerir menos calorías de las necesarias o de hidratos de carbono, ocasionando una reducción del nivel de azúcar en sangre, puede ser la causa de picos de ansiedad y episodios de mal humor e irritabilidad sin razón aparente.
Sistema inmunológico debilitado: llevar una alimentación saludable es clave para tener un sistema inmunológico fuerte preparado para combatir virus y bacterias. Una ingesta insuficiente de vitaminas y minerales puede afectar a nuestras defensas y hacernos enfermar con frecuencia.
Una buena alimentación ayuda a solventar estos problemas
Falta de concentración: diversos estudios aseguran que una mala alimentación afecta de manera importante a la concentración y a la memoria. Los nutrientes que nos ofrecen los alimentos son la principal fuente de energía del cerebro, por lo que la carencia de algunos de ellos puede ocasionarnos problemas en tareas del día a día.
Piel y cabello apagados: dicen que el aspecto de la piel y de nuestro pelo refleja nuestra salud interior. Una carencia de vitaminas puede ocasionar que la piel luzca seca, apagada e incluso con acné, mientras que en el pelo puede provocar ausencia de brillo y abundante caída.