La innovación es una pieza clave en la lucha por la sostenibilidad, y a través del ingenio humano podemos encontrar soluciones para optimizar la producción y acceder a más recursos con un menor coste energético. Aunque todavía se encuentra en pañales, lo cierto es que la impresión en 3D - o la filosofía sobre la que se sustenta su concepto- puede revolucionar la producción industrial, acercándola, abaratándola e, incluso, contribuyendo a hacer que la economía sea algo más circular.
Si nunca has visto en funcionamiento una de estas impresoras - que aún a día de hoy se antojan como inventos futuristas-, lo importante es saber que, independientemente del mecanismo o el sistema, las impresoras 3D generan objetos mediante la adición por capas. Esto quiere decir que, si bien en las grandes plantas industriales en ocasiones se utilizan grandes moldes de los que se desgranan las piezas o elementos que se quieren obtener ("esculpe") una impresora 3D dibuja por capas el objeto que deseamos ("moldea") a partir de filamentos que suelen ser de plástico.
¿Y si, a nivel industrial, solo fabricásemos las piezas sin tener que eliminar "lo que sobra"? Aun no existe una tecnología lo suficientemente avanzada como para poder afrontar la demanda industrial a través de impresoras 3D, a gran escala. Pero, a nivel doméstico, existen varias iniciativas con las que, incluso, podemos llegar reciclar de manera directa nuestros deshechos para convertirlos en objetos cotidianos. Imagina que los plásticos de tus envases no tuviesen que ir al contenedor, sino a una pequeña máquina que, directamente, convirtiese los deshechos en filamentos mediante los cuales elaborar diferentes objetos cotidianos de utilidad (cubiertos, cepillos de dientes, pajitas...). Ya existen algunos prototipos - rudimentarios, claro- capaces de realizar esta tarea, que posibilitan que veamos de primera mano los efectos positivos del reciclaje.
En ocasiones, procesos como el compostaje o el procesado en las plantas de reciclaje nos puede parecer lejanos y, a raíz de ell, es posible que el acto se vea imbuido de un cierto halo de indiferencia, o incluso de desencanto. Los actos de "microrreciclaje" que podemos acometer las impresoras 3D, sin embargo, sintetizan el complejo proceso de la economía circular y nos convierte en espectador directo, haciéndonos entender el propósito de todas las campañas y esfuerzos por separar residuos. No genera la misma motivación echar una botella a un contenedor y olvidarse de su destino, mientras seguimos recibiendo noticias terribles sobre islas de basura en el Pacífico, que introducir la botella usada en un sofisticado aparato para obtener una pieza de bisutería o un pequeño juguete.
¿Podríamos aguantar la tentación de no generar más bienes (y consumir mas recursos) si tenemos la posibilidad de hacerlo de manera rápida y barata?
Esta posibilidad de dotar de una segunda vida al plástico es el principal argumento mediante el cual se puede superar la contradicción que supone defender el plástico como material para realizar impresiones en tres dimensiones. Además de esto, ya se están diseñando "bioplásticos" compatibles con este tipo de impresoras, procedentes de almejas o de fibras de madera: la experimentación y el juego con estos materiales - que, para ser sinceros, copa la mayor parte de la actividad de la comunidad de impresión 3D- puede ser la mejor forma de poner a prueba estos materiales alternativos y de popularizar su uso, de cara a una futura aplicación generalizada
Un uso comunitario y descentralizado
Durante los meses en los que esta sección ha estado activa, siempre hemos adoptado en los textos una perspectiva, en mayor o menor medida, proclive al "decrecimiento sostenible". Si bien la innovación es siempre enriquecedora y ayuda a superar los principales retos climáticos y ambientales, la filosofía del decrecimiento aboga por reducir el consumo y la producción - hipermasificada mediante la demanda artificial del mercado de consumo- y por optimizar el reparto de los recursos, de manera proporcional y democrática.
¿Son compatibles estos valores con una sociedad en la que la gente imprime en sus propias casas a diario? ¿Podríamos aguantar la tentación de no generar más bienes (y consumir mas recursos) si tenemos la posibilidad de hacerlo de manera rápida y barata? Quizá no deberíamos pensar en estas impresoras en términos individualistas; a las impresoras 3-D se les podría aplicar un uso comunitario, y emplearse por comunidades de vecinos o asociaciones para cubrir ciertas necesidades de manera conjunta.
Frente a este dilema, también es importante poner en valor la descentralización en la producción, como la difusión de planos y modelos 3D en formato abierto a través de internet, que puede servir de contrapeso a las mastodónticas compañías y ayudar a los consumidores a ganar independencia y a participar del proceso productivo, "modelando sus propios bienes" y fomentando la creatividad y la independencia frente al kráken de las grandes corporaciones multinacionales. ¿Y si la filosofía punk del Do It Yourself encontrase su asiento en la impresión en 3 dimensiones?