El pasado día 6 de octubre, los hoyos del gran campo de golf Open de Madrid amanecían recubiertos de cemento. Esa noche, el grupo ecologista Extinction Rebellion llevó a cabo este boicot, que reivindicó a través de su cuenta de Twitter. En su cuenta, los ecologistas denunciaban el enorme gasto de agua que supone mantener los campos donde practica el famoso deporte de los putter y los hierros.
En plena sequía en Europa, el grupo radical ha afirmado que cada hoyo del Open de Madrid supone el consumo de 100.000 litros de agua diarios en labores de riego, lo que es equivalente al gasto aproximado de agua de 7.000 españoles. Desde Europa se solicitan medidas de ahorro, y en España estamos sufriendo el tercer período más seco de los últimos 60 años: ¿es legítimo permitir que se destinen estas enormes cantidades de agua para facilitar la práctica de un deporte tan minoritario como es el golf? España cuenta con 284.954 golfistas federados, por lo que estamos hablando de una actividad practicada por un 0,6 % de la población, que además cuenta con unas barreras económicas de entrada bastante altas.
Más allá de la estimación de Extinction Rebellion, no existen datos claros acerca del consumo de agua de los campos de golf: el ecologista Armando B. Ginés afirma que un campo de golf consume al año el mismo volumen de agua que 200.000 personas, y compara estas cifras con el consumo que se da en ciudades como Pamplona o Salamanca. El ingeniero agrónomo Santiago Martín Barajas ofrece una estimación más baja, pero aún así perturbadora: los 109 campos de golf presentes de Andalucía, una región especialmente seca, gastan tanta agua como una población de un millón de personas.
El debate sobre el impacto ambiental (y urbanístico) de la construcción de campos de golf no es nuevo, y la Asociación Española de Campos de Golf (AECG) se defiende: asegura en un estudio propio que el 70% de los campos de golf españoles usan agua regenerada o no apta para consumo urbano, y que el empleo de agua regenerada puede contribuir al mantenimiento del caudal ecológico de los ríos o a la restauración de humedales. AECG hace referencia también al impulso de la actividad económica que supone el fomento de este deporte, y que conlleva la generación de riqueza y empleo.
¿Debe estar la economía por encima del cuidado del medio ambiente? ¿Los intereses individuales deben prevalecer sobre los colectivos?
El peso del negocio del golf en España es innegable: en 2016, según un estudio de Golf Business Partner, el deporte generaba 11.000 puestos de trabajo y movía más de 53 millones de euros en inversiones. Sin embargo, debemos regresar de nuevo a la pregunta que parece retumbar sin cesar en las paredes del acantilado que supone la actual crisis ambiental: ¿debe estar la economía por encima del cuidado del medio ambiente? ¿Los intereses individuales deben prevalecer sobre los colectivos? Un punto de vista más conservador con el statu quo actual nos lleva a pensar en soluciones que tienen que ver con la innovación y la tecnología: la regeneración de agua puede ser perfeccionada para reducir el consumo, y sin duda los campos de golf actuales tienen un impacto medioambiental mucho menor que hace medio siglo.
Pero la tecnología y la innovación, por el momento, no nos salvan del agotamiento actual de los recursos (solo hay que ver el aumento de los combustibles fósiles desde los años 90) y, por otro lado, los campos de golf no solo suponen un gasto de recursos hidrológicos y energéticos, sino una restricción al acceso a la naturaleza al que todos los ciudadanos tienen derecho. En nuestra comunidad es paradigmático el caso del campo de golf construido en El Encín, próximo a Alcalá de Henares: una modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) en 2011 permitió la privatización de 80 hectáreas de terreno hasta entonces considerado "de interés agrícola".
Si bien el Tribunal Supremo tumbó esta operación, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid terminó por avalar la construcción del campo de Golf de El Encín. Durante algunos años, la existencia de este campo de golf y su posible reconversión en un espacio de carácter público han sido fruto de discusión y discordia entre los distintos grupos municipales. Pero, entre moción y ruido continuo, el campo de El Encín continúa funcionando, sin que nadie haya preguntado a los alcalaínos su opinión al respecto.
Si para construir una central nuclear o un vertedero los dirigentes públicos actúan con cautela y suelen realizar sondeos o consultas a la población, ¿por qué no hacerlo con la construcción de campos de golf? Puede parecer una idea radical, pero al final la usurpación del espacio natural para el aprovechamiento y disfrute de unos pocos atenta contra el artículo 45 de nuestra Constitución, que, desde luego, no ha sido elaborada por activistas extremistas de GreenPeace. Frente a la inmensidad de los verdes campos de golf, yo me quedo con la extravagancia de las estatuas y los monigotes de los campos de mini-golf: es un deporte mas humilde, más simpático y, sobre todo, más sostenible.