Más allá del derrotismo y del negacionismo climático promulgado por determinados sectores políticos a lo ancho y largo del mundo, lo cierto es que la cooperación mundial en la lucha contra el Cambio Climático termina por dar sus frutos, si es continuada, comprometida y estricta. Un reciente informe elaborado por expertos de la ONU así lo demuestra, pues la aplicación estricta desde 1987 del Protocolo de Montreal - ratificado actualmente por los cerca de 200 países miembros- está ayudando a restablecer la capa de ozono, que nos protege de las radiaciones solares emitidas por el astro rey.
Los expertos afirman que, de mantenerse esta tendencia y las políticas actuales con respecto a la emisión de determinados gases perjudiciales, sería posible que en 2066 se cerrase el agujero en la capa de ozono presente en la Antártida.
En el mejor de los escenarios, las condiciones de esta importante barrera de protección serían similares a las anteriores al año 1980, cuando comenzó a incrementarse de manera drástica el perjuicio a la capa de ozono. Gracias a los estudios de Frank Sherwood y Mario Molina en los años 70, por los que recibirían un premio nobel de química en 1995, se puso en evidencia el peligro ambiental que suponía el uso industrial de los conocidos como clorofluorocarbonos: el Pacto de Montreal supuso un despertar en la conciencia mundial sobre la importancia de reducir la emisión de estos gases.
Si bien el protocolo partió del consenso tan solo de 46 países, este se ha ido extendiendo y reafirmando a través de numerosas adiciones. La última de ellas, la Enmienda Kigali , fue firmada en el año 2016, y supone un ejemplo de perseverancia en la lucha contra los efectos del cambio climático.
Si no remamos todos juntos, el naufragio está asegurado
Si este acuerdo, que solo supone una serie de restricciones a unas emisiones muy concretas, ha tenido un efecto tan grande, ¿qué pasaría si todos los países se esforzasen por cumplir el protocolo de Kioto? En 1997, 84 países firmaron este acuerdo que perseguía el objetivo global de reducir un 5% las emisiones mundiales de Co2. Sin embargo, la salida de grandes potencias como Australia y Estados Unidos- y el aumento en las emisiones de las industrias de India y China- no nos permite tan optimistas con Kioto como sí lo podemos ser con Montreal.
El protocolo de Kioto ha supuesto una derrota, frente a la victoria que parece estar siendo el protocolo de Montreal: si algo podemos aprender de estas circunstancia es que solo una colaboración estrecha y total entre todas las naciones del mundo puede salvarnos del desastre climático. La lucha para mitigar los efectos del cambio climático debe trascender a la geopolítica, los intereses económicos y las convenciones culturales. Si no remamos todos juntos, el naufragio está asegurado.