En Alcalá de Henares, en el polígono industrial de la carretera de Daganzo, se encuentra el mayor almacén del Banco de Alimentos de la Comunidad de Madrid. Aunque esta organización benéfica sin ánimo de lucro llegó a nuestra comunidad en 1994, la nave fue construida hace siete años en un terreno cedido por el Ayuntamiento de Alcalá. El almacén tiene una capacidad de seis mil huecos palé, y puede llegar a contener cuatro millones de kilos de alimentos.
Hoy en Televisión de Madrid hablamos con Antonio Díaz, Delegado del Banco de Alimentos del Corredor del Henares que desde hace seis años, dedica desinteresadamente su tiempo a hacer que los engranajes de esta gran maquinaria de voluntarios, donantes, empresas… encajen y funcionen a pleno rendimiento para ayudar a los que más lo necesitan.
Los mayoristas de la solidaridad
“En Alcalá damos alimentos a 22 entidades, comedores sociales, parroquias, Cáritas. En total desde aquí se suministra a 54 entidades de todo tipo del Corredor del Henares” explica Antonio, -que aclara-, que para que dichas asociaciones puedan recoger los alimentos de Banco es necesario que estén legalmente constituidas. Además un “equipo de visitadores” evalúa las necesidades de dichas entidades, asigna una cantidad de alimentos y comprueba que se esté dando una salida adecuada a estos productos.
Con la pandemia, la demanda de alimentos ha aumentado notablemente. “El Banco de Alimentos proporcionaba una comida al día a 140.000 personas a través de unas 540 entidades, ahora estamos en 190.000 personas al día, entre ellos 33.000 niños. El nivel de pobreza en la Comunidad de Madrid ha aumentado. Aproximadamente un 17% de la población está en una situación de necesidad” señala Antonio.
El Banco de Alimentos proporcionaba una comida al día a 140.000 personas a través de unas 540 entidades, ahora estamos en 190.000 personas al día
Iniciativa e Ingenio
La mayoría de los productos que el Banco de Alimentos distribuye procede generalmente de las grandes recogidas de alimentos organizadas anualmente, de “Operaciones Kilo” en colegios o en eventos como carreras populares. También reciben donaciones de empresas, particulares o de industrias alimentarias. “Les pedimos el excedente de producción, o los productos que están bien pero que no pueden vender. Esto supone un beneficio para ambos porque a las empresas les cuesta dinero destruir sus productos, y además realizando esta donación desgravan de Hacienda” apunta Antonio, -que comenta-, que entre los diferentes recursos empleados por el Banco de Alimentos para mantenerse y realizar su labor “las ayudas oficiales son una parte mínima, no suponen ni el 1% de lo que necesitamos”.
Sin embargo, frente a las nuevas exigencias y necesidades de la situación actual Antonio es optimista “siempre que tenemos una necesidad aparece algo, y si no nos lo inventamos”. Gracias a esa dosis de ingenio, que sabe ver oportunidades en lugar de problemas se han emprendido iniciativas como bautizar las diferentes calles del almacén con nombres de empresas, que pagan por su placa y colaboran de diferentes maneras con el Banco de Alimentos. Otro de los últimos logros del Banco de Alimentos ha sido conseguir la financiación necesaria para comprar un camión, gracias a su colaboración con Inditex en un mercadillo solidario.
Kilo a Kilo
No obstante frente a estas donaciones puntuales, para Antonio, las grandes recogidas de alimentos tienen un valor especial. “El año pasado en la gran recogida de antes de Navidad, en un fin de semana recogimos 2.750.000 kilos de alimentos, para eso movilizamos a 18.500 voluntarios. Cuando venían las cajas tenías que tener un ejército de personas en la clasificación de los productos. Esto es lo que realmente tenía valor para nosotros, los alimentos recogidos kilo a kilo”. Este 2020, como tantas otras cosas, la gran recogida de alimentos ha tenido que reinventarse. En lugar de recoger los alimentos directamente, se acordó con las cadenas de supermercados recaudar dinero en caja, que más tarde será canjeado por productos de los propios supermercados. “Eso nos ha permitido casi duplicar lo que recogimos en otros momentos, porque antes quien te daba un paquete de pasta que valía unos céntimos, ahora no te da menos de un euro” comenta Antonio.
Ante la adversidad: voluntad de ayudar
La pandemia de Covid-19 no solo ha cambiado las recogidas de alimentos, en un primer momento puso en jaque el funcionamiento de banco de alimentos, ya que “la edad media de los voluntarios es de 65 años y durante los primeros meses hubo que mandar a la gente a sus casas. Hicimos un llamamiento para conseguir voluntarios y entre las personas que estaban en erte, despedidos, estudiantes, vino una cantidad tremenda de gente, fue algo extraordinario, es digno de resaltar la voluntad de la gente para ayudar” subraya el delegado.
Una voluntad de ayudar a la gente que a sus 73 años Antonio conserva incólume “para mi ser voluntario del Banco de Alimentos es una satisfacción, es poder devolver a la sociedad parte de lo que hemos recibido. Yo me siento afortunado, todo me lo he tenido que ganar, pero me siento afortunado porque he tenido una formación, medios para ganarme la vida. Hay gente que nace pobre y está condenado a ser pobre toda la vida, entonces qué menos que ayudarles a tener lo mínimo” concluye el delegado.