El Centro Comercial la Dehesa, se ha convertido en una figura prácticamente “histórica” dentro de la arquitectura del ocio de nuestra ciudad. Antes de la llegada de Cuadernillos, poseía una importante sala de cines, máquinas recreativas etc. A día de hoy, a pesar de haber cambiado su fisonomía, todavía alberga en su interior amplias zonas de restauración y demás tiendas.
Sin embargo, no estamos aquí para hablar de su discutible o no enjundia económica. Si no de un supuesto hecho paranormal que, en cualquier caso, ha entrado dentro de las leyendas urbanas de nuestra ciudad.
La leyenda comienza
Así un sábado de Octubre de 1991, el diario ABC recogía una breve noticia con el siguiente título tan contundente como rocambolesco; “Vigilante de la Dehesa dice ver un fantasma nocturno”. En los apenas tres párrafos de extensión de tan curiosa nota de prensa, el periodista recoge y cito textualmente “rumores”, acerca de una aparición paranormal en el aparcamiento del centro comercial. También afirmaba el artículo, la creencia de que en las cercanías del establecimiento se hallaba una Necrópolis visigoda. Vamos, la versión europea del cementerio indio del cine de terror americano.
Sin embargo, esto no parecía ser una simple historieta sin más. Puesto que tal y como vimos en el número anterior, el rumor de la Necrópolis visigoda en las cercanías era más que cierto – recuerden tan solo, la Necrópolis visigoda en el Camino de los Afligidos-. Además, por otro lado, las supuestas apariciones de ultratumba no han supuesto un hecho aislado, sino que se han ido repitiendo a lo largo del tiempo.
Pero, ¿qué es exactamente lo que se aparece? ¿Y cómo? ¿Y dónde?
Fenómenos fantasmales
El eje central de la historia, involucra de plano a dos protagonistas. Por un lado, el aparecido y por otro, los vigilantes de seguridad que afirman haberlo visto. Según los testimonios de algunos de estos miembros de seguridad privada, afirman que en el parking subterráneo del centro comercial mientras hacían la ronda de noche, han visto a un niño cubierto tan solo por una túnica blanca. El cual, ante el estupor de los vigilantes, se volatilizaba en medio de la oscuridad. Por si esto fuese poco, también se han producido supuestamente fenómenos de “poltergeist” dentro de las distintas tiendas presentes en la susodicha superficie comercial.
El temor se expande
Como consecuencia de esto, muchos guardias de seguridad han decidido abandonar el trabajo, ante el temor de tener que realizar su labor de nuevo una noche más. Obviamente, la respuesta dada por parte de los gerentes de la Dehesa, es la de negar de manera absoluta los hechos aquí descritos. Es curioso sin embargo, observar có mo este tipo de fenomenología ocurre con frecuencia. ¿Dónde termina la realidad y empieza la leyenda? Juzguen ustedes mismos.
Curiosidades de la calle Mayor
Sin duda alguna, todos los complutenses y turistas que visitan nuestra ciudad han caminado a lo largo de sus calles empedradas. Nervio central de la Alcalá histórica, es la calle soportalada más larga de Europa –por delante de la italiana Bolonia-. Sí, estamos hablando de la Calle Mayor, foco vital de la ciudad.
Para ubicar sus orígenes, debemos retroceder hasta la Edad Media en concreto hasta el siglo XII. Fue levantada, siguiendo el trazado de la antigua calzada romana que llevaba hasta Caesar Curiosidades de la calle mayor Augusta (actual Zaragoza), en el periodo medieval se la conocía como “Calle Mayor de la Judería”, puesto que entorno a su trazado se disponía el barrio judío de Alcalá. Pueblo comerciante donde los haya, los habitantes de este barrio habían construido sus casas justo encima de los soportales –los cuales eran usados para resguardarse del mal tiempo-, de tal manera que pudiesen controlar desde las ventanas de sus casas, los tenderetes de mercancías que se situaban a pie de calle.
Esta forma de ser del pueblo judío, estaba más que justificada sobre todo teniendo en cuenta, las diversas persecuciones a las que se habían visto sometidos a lo largo de la historia. Así pues, en la línea de esta comprensible “paranoia” construyeron unas curiosas mirillas que a día de hoy todavía perduran. Pero, ¿cómo funcionaban estas? Pues bien, en los techos de los soportales, realizaban diversos agujeros en los cuales colocaban las susodichas mirillas. De esta forma, sin necesidad de bajar hasta la puerta de sus moradas, los habitantes podían controlar en primer lugar sus diversos negocios y en segundo lugar, prevenir cualquier tipo de ataque por parte de fuerzas enemigas.
Para los curiosos que quieran comprobar in situ la existencia de las mirillas judías, pueden encontrarlas a día de hoy en los números 13, 17, 32 y 37 de la Calle Mayor. Sin embargo, la Calle Mayor todavía guarda más secretos y curiosidades. Así, si los lectores se fijan algunas de las columnas de piedra que sustentan los soportales característicos de esta calle, presentan una cierta policromía ya casi desgastada. Esto es debido, a que en las fiestas celebradas durante el Siglo de Oro se pintaban las columnas con fines decorativos. Lo cual, no deja de ser sorprendente que a día de hoy todavía puedan quedar trazos de estas pinturas.
Muchos siglos han pasado, pero la historia que guarda su calle sigue impertérrita.