El jabón, una sustancia que lleva existiendo desde hace más de 5.000 años, se convierte ahora en una de las principales barreras frente al coronavirus
Un material que lleva existiendo desde hace más de 5.000 años, y que hoy supone una de las principales “armas” frente al COVID-19. Su acción desengrasante hace que las paredes del virus se destruyan, así como su cápsula de lípidos, y arrastra las partículas restantes disueltas en el agua.
Para conocer el proceso de destrucción, Manuel Peinado explica la formación del jabón, “el jabón está hecho de moléculas en forma de alfiler, cada una de las cuales tiene una cabeza hidrofílica (se enlaza fácilmente con agua) y una cola hidrofóbica, que rehúye el agua y se adhiere fácilmente a aceites y grasas (es lipofílica)”. Las moléculas jabonosas forman burbujas cuando están en el agua, a las que se les llaman micelas. Estas pueden tener una cabeza hidrofílica que apunta al exterior, y una cola lipofílica, que permanece dentro.
El virus queda inutilizado
Así, al lavarnos las manos con agua y jabón, todos los microorganismos de la piel quedan rodeados con moléculas de esta sustancia. Las colas hidrofóbicas antes mencionadas, que repelen el agua, se introducen en envolturas grasas de bacterias y virus, abriéndolas a la fuerza, y desestabilizando todo su sistema de protección. Con ello, las proteínas, que se desprenden tras haber roto la capa protectora, pasan al agua, matando a las bacterias e inutilizando a los virus.
Jabón como arma de defensa
Con todo ello, no hay que olvidar que el jabón actúa como arma de defensa contra la penetración del COVID-19 a nuestro organismo, sin embargo, este entra a través del sistema respiratorio, cuyas aberturas externas son la saliva, la mucosa de la nariz y, en menor medida, los ojos, entonces, ¿cómo ejerce su función? Las manos se dirigen muchas veces a la cara, sobre todo a estas partes, por lo que si se mantienen las manos limpias, no podrá penetrar, por eso es tan importante la higiene.