Ya sabrán ustedes queridos lectores, y si no lo saben se lo imaginarán, que entre los muros de la universidad cisneriana han pasado muchos personajes ilustres. Simplemente por citar a algunos y pidiendo perdón a los excluidos, podríamos mencionar a Mateo Alemán, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo… todos grandes espadas de la literatura española.
Y es precisamente por esto, por su condición de eruditos, que cuesta imaginarles como estudiantes normales, personas jóvenes que llegaban a una nueva ciudad, muy bulliciosa, con ganas de fiesta y diversión. Hay historias de peleas, amoríos y demás quitas protagonizadas por estudiantes de esta gloriosa Universidad, pero eso es otra historia.
El propio Quevedo sufrió las novatadas de la UAH
Una broma pesada
Recibía el nombre tan sugerente de la “nevada”.
“Entré en el patio y no hube metido bien un pie, cuando me encararon y comenzaron a decir:
-“¡Nuevo!.
Yo por disimular di en reír, como que no hacía caso; mas no bastó, porque, llegándose a mí ocho o nueve, comenzaron a reírse. Púseme colorado; nunca Dios lo permitiera, pues al instante, se puso uno que estaba a mi lado las manos en las narices y, apartándose, dijo:
-Por resucitar está Lázaro, según olisca.
Y con esto, todos se apartaron tapándose las narices. Yo, que me pensé escapar, puse las manos también y dije:
-Vuestras mercedes tienen razón, que huele muy mal.
Dioles mucha risa y apartándose, ya estaban juntos hasta ciento. Comenzaron a escarrar y tocar al arma, y en las toses y abrir y cerrar de las bocas, vi que se me aparejaban gargajos. En esto, un manchegazo acatarrado hízome alarde de uno terrible, diciendo:
-Esto hago.
Yo entonces, que me vi perdido dije:
-¡Juro a Dios que ma…!
Iba a decirte, pero fue tal la batería y lluvia que cayó sobre mí, que no pude acabar la razón. Yo estaba cubierto el rostro con la capa, y tan blanco, que todos tiraban a mí; y era de ver cómo tomaban puntería. Estaba ya nevado de pies a cabeza, pero un bellaco, viéndome cubierto y que no tenía en la cara cosa, arrancó hacia mí diciendo con gran cólera:
-¡Baste, no le deis con el palo!
Que yo, según me trataban, creí dellos que lo harían. Destapeme por ver lo que era, y, al mismo tiempo, el que daba voces me enclavó un gargajo en los dos ojos. Aquí se han de considerar mis angustias. Levantó la infernal gente una grita que me aturdieron. Y yo, según lo que echaron sobre mí de sus estómagos, pensé que por ahorrar de médicos y boticas aguardan nuevos para purgarse.
Francisco de Quevedo fue alumno de la UAH
Vergonzoso desenlace
Qusieron tras esto darme de pescozones, pero no había dónde sin llevarse en las manos la mitad del afeite de mi negra capa, ya blanca por mis pecados. Dejáronme, e iba hecho zufaina de viejo a pura saliva. Fuime a casa, que apenas acerté, y fue ventura el ser de mañana, pues solo me topé dos o tres muchachos, que debían de ser bien inclinados, porque no me tiraron más de cuatro o seis trapajos, y luego me dejaron”.
Como conclusión, podríamos decir que el propio Quevedo hubiese sido estudiante de la misma institución que su personaje de este clásico literario, nos da una pista de que bien podría tratarse de un hecho autobiográfico que hubiese acontecido al mismo Quevedo.