El Palacio Arzobispal, se erige dentro del centro histórico de nuestra ciudad, como buena muestra de la riqueza arquitectónica e histórica de Alcalá. Fundada por Rodrigo Jiménez de Rada allá por el siglo XIII como lugar de residencia para los arzobispos de Toledo, desde entonces ha ido sufriendo diversas restructuraciones las cuales han cambiado progresivamente su forma.
Fue precisamente una de estas reformas, llevada a cabo por el arzobispo Pedro Tenorio la que llevó a la construcción de la fortificación del palacio levantando con ello, más de veintiún torreones. De los cuales, hoy día perviven dieciséis siendo el más destacable el que lleva el nombre del propio arzobispo. Tenorio, también fortificó toda la ciudad complutense, ordenó construir la ermita del Val e incluso, erigió un puente de piedra sobre el Henares. Más que Pedro Tenorio, casi podríamos llamarle Pedro el Constructor.
Pero, ¿de dónde obtuvieron tanta piedra para llevar a cabo estas construcciones? ¿Había alguna cantera cercana que a día de hoy nos resulta del todo desconocida? Lo cierto es que, lejos de complicarse la vida, Don Pedro y sus obreros hallaron la solución más fácil que tenían a su alcance: las ruinas romanas de Complutum.
Así pues, se produjo un saqueo sistemático de las calzadas, termas y demás edificios romanos que existían en la antigua Alcalá romana. Con ellas, se pudieron llevar a cabo los planes urbanísticos del arzobispo Tenorio. Sin embargo, muchas de estas piedras venían con unas extrañas marcas, firmas de los canteros romanos que siglos antes habían trabajado en ellas. Pero, ¿con qué objetivo grababan sobre la piedra estos símbolos?
La respuesta, es sencilla. Los canteros romanos para demostrar que las piedras habían sido trabajadas por ellas y así poder cobrar, tallaban en ellas sus firmas con el objetivo de que no hubiese ningún tipo de duda acerca de su autoría.
Hoy día, todavía pueden observarse casi de inmediato, más de una cincuentena de estas marcas sobre el susodicho torreón, puesto que hace unos años, el Ayuntamiento alcalaíno ordenó que fuesen repasadas en su contorno, con el objetivo de facilitar su preservación futura. Así que si a partir de ahora, observan a cada caminante contemplando con mirada inquisitiva el Torreón de Tenorio, no se preocupen, no se han vuelto locos, están buscando las trazas de los canteros romanos, dibujadas entre los muros de nuestro Palacio Arzobispal.