Hace 44 años, y tras una cruenta guerra civil y una larga dictadura, los españoles decidimos dar una oportunidad a la concordia y construir una democracia moderna y estable sobre los cimientos de una Constitución, la octava de nuestra Historia, y la más longeva y exitosa.
Nuestra Carta Magna ha sido garantía de unidad y convivencia; de justicia, de libertad, de igualdad entre todos los españoles, y la base de nuestra prosperidad. Y es precisamente por esto, porque necesitamos que España continúe por la senda marcada estos últimos 44 años, por lo que debemos defenderla ante los ataques continuos a los que la somete el Partido socialista y sus socios de gobierno. Al Estado de Derecho no sólo lo pueden derribar los golpes de estado; este gobierno ha puesto en marcha una estrategia de “lluvia fina” que lo erosiona poco a poco con el único objetivo de mantener el poder cueste lo que cueste… Y el precio que tendremos que pagar, si no le ponemos remedio, será nuestra democracia.
Para contentar a sus socios independentistas, cuyo objetivo real es perjudicar a una España de la que todo les molesta excepto las nóminas que reciben de sus instituciones, Sánchez ha accedido sin reservas a todas sus peticiones, por disparatadas que pudieran parecer. Ha indultado golpistas y eliminado del Código Penal el delito de sedición para facilitarles la tarea si deciden volver a atentar contra el Estado, dejando desamparados a todos los españoles y, especialmente, a los catalanes. También ha accedido a retirar a la Guardia civil de Navarra a petición de Bildu, partido al que, aunque han prohibido(¡prohibido!) en el Congreso referirse como “filoetarras”, el Presidente mima tanto desde el comienzo de la legislatura que hasta les da el pésame cuando fallece un terrorista de ETA.
También es discutido y discutible para el gobierno de retales de Sánchez la igualdad entre españoles
Tampoco le parece a Pedro Sánchez que la división de poderes consagrada en nuestra Constitución sea digna de respeto. Desde aquel “¿Y de quién depende la Fiscalía?” capitaneada por su exministra, hasta la propuesta de otro exministro, Campo, el de los indultos, para decidir en el Tribunal Constitucional sobre las propias normas en las que él intervino como miembro del gobierno. Y, entre uno y otro hito, atacando con todo a jueces y al Consejo General del Poder Judicial cuando al gobierno y asociados no les agradan sus decisiones.
También es discutido y discutible para el gobierno de retales de Sánchez la igualdad entre españoles, el derecho a aprender en la lengua común, el ascensor social que debiera ser la Educación pública, a la que ha despojado de calidad y sentido. También la monarquía, la propiedad privada o la Sanidad pública, abandonada por el gobierno central y politizada hasta la náusea.
En definitiva, el juego del gobierno sanchista ha consistido y consiste en dividir y enfrentar a los españoles hasta límites insospechados para, en rio revuelto, aguantar un día más en la Moncloa convirtiendo a los ciudadanos en daños colaterales.
Pero lo más sorprendente de todo esto no es que Nerón Sánchez toque la lira mientras incendia Roma. Lo realmente indignante es ver a su séquito, con Javier Rodríguez Palacios como aplaudidor destacado, alabar a su líder cuando usa de yesca la Constitución. El silencio y el aplauso hacen al alcalde socialista de Alcalá cómplice de Sánchez. Hoy celebramos nuestra Constitución respetándola y defendiéndola. La concordia fue posible, y trabajamos para que pueda volver a serlo.