Todo el mundo habla de la Toledo medieval, como la ciudad de las tres religiones. Judíos, musulmanes y cristianos supuestamente, convivían de una manera pacífica entre ellos. En Alcalá, sucedía algo parecido. Aunque esta convivencia tranquila, no quiere decir que no hubiese focos de conflictos.
Por ejemplo, uno de los recurrentes era el pago de impuestos. Como vemos, cuando toca apoquinar, no importa la época ni el lugar, puesto que el descontento será siempre el mismo. Así, en 1421 surge un conflicto entre los cristianos de la ciudad de Alcalá y, los vecinos de las otras dos religiones. El origen de la cuita consistía en la exigencia de los cristianos de que fuesen los fieles de las otras dos religiones monoteístas, los que pagasen los costes del mantenimiento de las murallas qué por aquel entonces, rodeaban la ciudad.
Estos, ofendidos ante las exigencias cristianas, deciden pedir el arbitraje del arzobispo de Toledo don Sancho de Rojas. Este, tras estudiar el caso, sentenció que debían ser los cristianos quienes pagasen con el dinero de sus arcas los sueldos de los funcionarios -sí, en aquella época ya existían los funcionarios-, y poder así con el dinero sobrante, sostener las reparaciones de la muralla.
Pero ¿qué pasaba entonces con los judíos y los musulmanes? ¿No debían de pagar nada? Nada más lejos de la realidad, ellos según la sentencia del arzobispo de Toledo, debían de pagar los costes sobrantes, que los cristianos no pudiesen hacerse cargo de ellos. Curiosamente, los cristianos eran los que peor parados salieron de la disputa, por ello protestaron ante el mismísimo Papa de Roma, el cual, lejos de desautorizar a su “subalterno”, ratificaría la sentencia del mismo, quedando entonces decidido y resuelto, aunque no al gusto de todos -sobre todo para los cristianos-, quién debía de hacerse cargo del mantenimiento de la seguridad en la ciudad.