El comandante de artillería José Sanchiz de Quesada, marqués del Vasto o conde de Piedrabuena, entre otros títulos, fue destinado a principios del siglo XX a la Escuela de Tiro del Campamento Militar de los Carabancheles y, con el fin de buscar un lugar cercado donde vivir, compró unas tierras dentro de Alcorcón, en el paraje denominado entonces Valdecuervo. Hoy se conoce como San Juan de Valderas y su residencia como “los Castillos”.
El título de Valderas realmente proviene de su matrimonio con la marquesa Isabel Arróspide y Álvarez, con la que se formó la familia que habitaría el conjunto palaciego que mandó a construir a las afueras de nuestro municipio. Luis Sainz de los Terreros expresó la tendencia historicista, muy de moda desde finales del XIX, en la construcción de tres “castillos”: el mayor como residencia familiar, otro cercano destinado a la capilla de San José (de esta advocación el nombre del lugar) y el más pequeño para el servicio.
El arquitecto unió las reminiscencias medievales tradicionales con las aportaciones eclécticas del momento. Así, desde su inauguración en 1917 hasta el estallido de la Guerra Civil, fue un lugar conocido y emblemático entre la alta burguesía y la corte. En él descansó el rey Alfonso XIII, que fue el que otorgó los títulos nobiliarios al militar Sanchiz de Quesada, Primo de Rivera durante su dictadura o el abuelo de Juan Carlos I.
De residencia noble, a museo contemporáneo, pasando por el cuartel de Franco y el abandono absoluto
Un lugar para todos
El Golpe de Estado de Franco dejó a Madrid como la capital republicana, por lo que la familia Valderas huyó de Alcorcón para siempre. Pero en la Guerra Civil también tuvo importancia, ya que fue uno de los cuarteles principales donde se organizaba el ejército sublevado, incluso Franco y Mola se instalaron en él para la ofensiva a Madrid. Ya acabada la guerra, en 1958, una de las hijas que había heredado toda la finca vendió todo para la construcción de la Colina de San José de Valderas. Las nuevas viviendas tenían la función de acoger a los que llegaron a la gran ciudad con el éxodo rural.
A partir de los 60, el conjunto tuvo varios usos como almacén o colegio de las Hermanas del Amor de Dios, pero finalmente se abandonó. Así, no sería hasta 1988 cuando el Ayuntamiento de Alcorcón adquiere la titularidad de los castillos por donación. Un año más tarde convocaría un Concurso Nacional para rehabilitar el entorno, que, si bien no tuvo resultados, dejaba claro el empeño por conservar los palacios, en lugar de destruirlos (que era posiblemente más barato).
En estos años también se optó a la calificación de Bien de Interés, pero no le fue otorgada. Sin embargo, en 1991 las obras de rehabilitación comenzaron bajo los arquitectos Enrique Fombella y Edudardo Paniagua. Se preservó la imagen externa, construyendo nuevas fachadas, y vaciando el interior. Finalmente, con la idea del escultor Javier Gómez y la ayuda de otras personalidades como la japonesa Takako Sano, los castillos se convirtieron en el Museo de Arte en Vidrio de Alcorcón.