Madrid es la capital del estado español. Un objetivo estratégico clave en cualquier guerra, máxime cuando se enfrentan dos bandos del mismo país. No es cualquier ciudad de provincia, es el centro político, económico y social de España, por tanto, su control es clave. Un hecho que puede marcar el futuro de una contienda.
Eso mismo entendían allá por 1936. Durante los primeros meses guerra, desde las posiciones norte y sur todos los esfuerzos sublevados se concentraron en cumplir ese propósito con la mayor celeridad. Sin embargo, lejos de lo ansiado, la realidad fue que la Villa de Madrid aguantó meses y años, concretamente hasta el 28 de marzo de 1939.
Por supuesto, dicha defensa no fue fácil. Sitúense en el momento y lugar. Tras el alzamiento, el bando republicano carecía de tropas regulares a diferencia de sus contrarios, algo que tuvo que ser paliado con una fórmula verdaderamente antigua: dar armas al pueblo. Los famosos milicianos.
Este método consiguió controlar las rebeliones de Campamento y el Cuartel de la Montaña en la ciudad, no obstante, las tropas franquistas rápidamente se posicionaron muy cerca de Madrid. Por el norte Mola y por el sur Franco, acompañados de las tropas coloniales, se situaron a las puertas de la ciudad. La base aérea de Getafe había sido tomada y el 6 de noviembre de 1936 el gobierno republicano se trasladó a Valencia.
Defensa de Madrid
Ante la amenaza, la defensa de la ciudad fue encargada a José Miaja, uno de los pocos militares africanistas que permanecieron leales a la República. En muy poco tiempo, este mando tuvo que organizar un plan de resistencia mientras varios personajes importantes veían imposible salvar Madrid, de hecho, todos los datos indicaban una mala organización y equipamiento de los defensores. No obstante, en contra lo pronosticado, Miaja y Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor, opondrían una obstinada resistencia.
El segundo se encargó de organizar las milicias, concentrar fuerzas sobre el río Manzanares y localizar todo el material militar disponible. En total, la cifra de soldados totales rondaba entre 15.000 y 20.000 milicianos y unos pocos efectivos de las Brigadas Internacionales. En su mayoría eran tropas regulares, con todo lo que eso supone.
Por su parte, las tropas sublevadas estaban compuestas por unos 15.000 hombres. Un contingente que contaba con el apoyo de 45 blindados italianos y alemanes, nuevo o diez baterías de artillería y soporte aéreo gracias al control de los aeródromos de Cuatro Vientos y Getafe. Sopesadas las posibilidades, la Casa de Campo sería el lugar elegido por los atacantes para tomar Madrid.
Esta decisión, aunque tenía ventajas, también presentaba problemas importantes. Los sublevados no contaban con la logística necesaria para crear puentes sobre el río Manzanares, por lo que tendrían que usar los cuatro existentes: el puente de los Franceses, el de Segovia, el de Toledo y el de la Princesa. Además, la posición defensora era ventajosa al situarse en zonas más altas con edificios. A pesar de todo, ese será el frente de batalla.
El día 8 de noviembre comenzaron los primeros enfrentamientos tras un amanecer anunciado con el bombardeo de las posiciones republicanas. Sin embargo, al contrario de lo concebido por Franco, tomar Madrid no iba a ser tan sencillo como esperaba. Los defensores, formados por las brigadas internaciones y milicianos, consiguieron frenar las acometidas de las mejores tropas rebeldes.
En el Hospital Clínico se vivió una violenta disputa piso por piso y habitación por habitación
Batalla de la Ciudad Universitaria
Los arduos días de combates pasaban y el desgaste en ambos ejércitos era enorme sin que ninguno se alzara como vencedor. La lucha acababa de comenzar.
Antes de continuar, cabe señalar que la construcción de la antigua Ciudad Universitaria comenzó en 1927 como consecuencia de la precariedad de la universidad madrileña. Por aquel entonces, esta se encontraba esparcida en muchos edificios obsoletos a lo largo de la ciudad. Una realidad ineficiente para las disciplinas científicas y técnicas, propiciando que, desde años atrás, se emprendiera el estudio de varias universidades de prestigio internacional para así crear un campus que se adaptase a las necesidades del momento.
En general, la mayoría de los edificios fueron levantados en el periodo entre la declaración de la II República y el inicio de la guerra, momento en el que se paralizaron los trabajos. El proyecto clave en el desarrollo científico e intelectual y modernizador del país sería lugar de intensos combates durante la Batalla de Madrid.
Volviendo a la batalla, tras siete jornadas de asedio a la capital, los combates se reanudaron el día 15 con un éxito parcial por parte del general Varela. Su columna consiguió forzar el río Manzanares y ocupar la Escuela de Arquitectura y la Casa de Velázquez. En frente, las columnas republicanas Libertad y la comandada por Durruti se vieron obligadas a ceder terreno. Este personaje, histórico anarquista catalán, había llegado hacía dos días a Madrid acompañado de 1800 hombres. Moriría en este frente únicamente cuatro días después.
Durante los siguientes días el campus de la universidad será testigo de una batalla donde ambos contendientes intentarán hacer retroceder a su contrario.
Las fuerzas de este oficial avanzaron por la brecha abierta el día anterior. De esta manera cada vez cruzaban más soldados el Manzanares, mientras la XI Brigada Internacional era enviada a defender las facultades. No obstante, este movimiento y las acciones de la Columna Durruti serían inútiles, viéndose forzados a abandonar la posición y retroceder hasta el Hospital Clínico. Allí establecieron las fuerzas de Varela el vértice del frente a modo de cuña generado por la ofensiva.
Esta era una construcción de bastante importancia estratégica debido a su emplazamiento en el Cerro del Pimiento y, aunque también ocuparon otros puntos como las lomas del Parque del Oeste, allí se vivirían episodios verdaderamente intensos de la batalla.
El edificio estuvo controlado por ambos bandos. Soldados de atacantes y defensores que, llegando a las manos, libraron encarnizados combates en sus plantas. De hecho, en algunos momentos, algunas estuvieron simultáneamente controladas por tropas defensoras y otras por atacantes. Una violenta disputa piso por piso y habitación por habitación.
El cielo de los siguientes días fue teñido por el color de los aviones y el silencio destruido por sus motores y el sonido de las bombas. La ciudad desde el día 19 comenzó a ser bombardeada insistentemente excepto el Barrio de Salamanca. Más de 2000 civiles perecieron bajo 40 toneladas de bombas.
Mientras, la batalla de la Ciudad Universitaria se prolongó hasta el 23 de noviembre, cuando los dos ejércitos, exhaustos y sin reservas, se dedicaron a fortificar sus posiciones. Tres cuartas partes de la Universidad quedaron ocupadas por el ejército sublevado y. durante el resto del conflicto, se siguieron construyendo trincheras, nidos de ametralladora, refugios y búnkeres en el campus, pero el frente no se modificó apenas.
El campus continuaría siendo primera línea del frente hasta 1939. Al finalizar la Guerra Civil, los edificios habían sufrido grandes desperfectos, aunque algunos todavía perviven como la Casa de Velázquez, las Facultades de Filosofía y Letras, Ciencias, Medicina, Odontología y Farmacia, el Hospital Clínico y la Escuela de Arquitectura. Otros, en cambio, como la Escuela de Ingenieros Agrónomos y la Fundación del Amo, tuvieron que ser reconstruidos desde cero. Hoy la realidad es muy diferente a lo vivido esos días.