Uno de los pensamientos más difíciles de comprender, pero a la vez más sencillos de hacer es la filosofía del wu wei. En Oriente siempre han ido un paso por delante, no solo en la dignificación de las religiones, sino también en aplicar la filosofía al modo de vida mundano, “barrial”, suburbial, cotidiano.
Aplicado en lo político, más que la vertiente de “no hacer”, de la cual muchos dirigentes son maestros, encaja mejor en la corriente del “dejar fluir”, no interponerse. Las ventajas del aprovechamiento de la energía, en este caso del éxito electoral, son evidentes. Por eso, frenar internamente el inevitable tsunami popular, supondría ir contra natura para la propia organización dentro de lo que llamamos, las oligarquías de partido.
Ayuso apretó el botón el 10 de marzo. Tuvo consecuencias catastróficas para los socios de gobierno; injustas, pero contundentes. La diosa Kali, en el hinduísmo, provoca terremotos y genera la destrucción, dentro de esa rueda del devenir en la que Shiva se ocupa de volver a recomponer los trozos y comenzar el ciclo. En las elecciones de mayo, el cosmos madrileño volvió a recuperar la normalidad, pero el huracán, a la vez que devino en una calma inquietante, dejó victimas por el camino. El destino fue así. La política tiene aristas que la gestión y el buen hacer son incapaces de pulir, y frente a una simple y eficaz estrategia ( libertad. ¿no hay más?) los intentos de escalar el empinado muro del cinco por ciento de la representación, fueron infructuosos. La energía generada era imparable, y los rescoldos de aquel acontecimiento llegan hasta nuestros días, silentes pero con las ascuas todavía al rojo.
Dentro del partido popular se juega el acertijo del éxito total, y la joven dirigente de la Comunidad de Madrid, cabalga a lomos del león de Kali, según la versión del ojo que lo mire, o del dragón de Daenerys Targaryen ( Khaleesy para los amigos), y esa corriente arrastraría todo lo que haya alrededor, el liderazgo de Casado incluido. Ahora falta saber si se detendrá en la Puerta del Sol o dirigirá las huestes hacia Moncloa. La crítica social no va a ser el problema, como vaticinaron Adorno y Horkheimer. Dejar pasar, acompañar con la muleta, sería lo inteligente.
En política, como en la vida misma, la oposición a las energías predominantes produce efectos no esperados, daños colaterales y efectos alejados de la sinergia. El tsunami Ayuso, ahora ya sólo tormenta tropical, sería muy mal aprovechado internamente, si se le opusieran resistencias por parte del aparato del partido. Schumpeter ya describió el concepto de “destrucción creativa” referido a un impulso irrefrenable de la innovación. En este caso, aunque la excelencia no sea su divisa, ni la justicia empresarial su legado, aplicar la teoría del wu wei sería lo más lógico.
Pero a la vez que las corrientes de superficie se desarrollan y tocan tierra, avanzan fuerzas, antaño derrotadas, pero que subterráneamente, luchan contra sus molinos y atraviesan sus propios desiertos llegando a tierras fértiles. Que nadie descarte esa corriente naranja, que brega denodadamente contra los elementos, pero que utiliza el ariete de la transparencia y el liberalismo para abrirse camino.
Dejar fluir, utilizar la fuerza del enemigo, maximizar resultados, minimizar esfuerzos, conectar con el electorado. Es la política amigos. We water, my friend .