Las palabras que mejor definen el circo que se ha montando en torno al centro de menores extranjeros no acompañados de La Cantueña son frivolidad e hipocresía. ¿Por qué somos tan tontos de poner el foco en un puñetero nombre? ¿Qué mas da que se llame Isabel Díaz Ayuso, Javier Ayala o Perico El de los Palotes?
Pese a que el Ayuntamiento de Fuenlabrada considere que haya sido una decisión "rastrera" de la Comunidad de Madrid, debería tomar cartas en el asunto y remangarse las manos para que estos menores de 15 o 16 años se integren en la vida fuenlabreña.
Me da vergüenza el modo en el que se están pronunciando los partidos políticos, independientemente de su raza.
¿Cómo va a ser Fuenlabrada racista? Me niego a que alguien llegue a afirmarlo. Somos una ciudad de acogida, de currantes natos que siempre han luchado para que la ciudad progrese.
Debería ser tan sencillo como poner en marcha un sistema de acogida entre las propias familias fuenlabreñas que potencien el cariño y los valores en la educación de estos menores. No tengo ninguna duda de que Fuenlabrada es una ciudad solidaria y, seguramente, aparecerían muchas familias dispuestas a echar una mano.
Tenemos que conseguir integrar a estos chavales y pulirlos porque, como cualquier chaval que pudiese ser hijo nuestro, son auténticos diamantes en bruto o potenciales delincuentes si les falta el afecto. ¿Se salvan nuestros hijos de este algoritmo donde el amor modula la ecuación?
Ahora que hemos perdido la confianza en las instituciones, somos nosotros los que debemos dar ejemplo. La sociedad tiene que dejar de mirar hacia el fango y los ultras y empezar a entender que solamente los puentes de entendimiento suman y aportan. Los valores que se mezclan con la pasta siempre tienen el mismo resultado: gana la pasta y pierde la sociedad. ¡BASTA YA!