Habíamos salido de una guerra, llevábamos el franquismo en la mochila y mucha gente estaba cabreada. Se habían vivido verdaderos dramas familiares, que todavía hoy muchos llevan cuestas, y llegó la Constitución, trayendo conciliación y perdón.
Dio a los españoles la esperanza de construir un nuevo futuro y, hoy en día, se está torciendo su objetivo.
Sí, podríamos reformar ciertos puntos del texto, pues el mundo ha evolucionado y la Constitución debería recoger nuevas ideas, pero no es el momento. Sería un verdadero problema abrir este melón porque no estamos preparados como sociedad.
Durante los últimos años, en nuestro país se ha abierto un discurso enfrentista y revanchista donde todos, unos y otros, hacen política con el odio del pasado. ¿Recibirían esas modificaciones casi 90% de los votos a favor actualmente? Ya respondo yo: NO.
¿Cómo puede ser que las personas que no acatan la Constitución participen en su reforma?
Estos días queda claro que la Constitución tiene mucha fuerza y validez porque nos sigue atando, pero no nos une por amor, sino por tensión. Esto es lo que hemos visto escenificado en el acto de la Comunidad de Madrid o de la Delegación del Gobierno.
Aunque sea una norma obsoleta para algunos, sigue siendo válida y no entiendo por qué se usa para destruir al adversario. ¿Por qué se politiza? ¿Por qué se tuerce una norma que es bastante clara?
El problema que tiene la ciudadanía es que no es consciente de lo que significa la Constitución. No entienden que el Estado es el que debe garantizar lo que pone en ese texto, no los partidos políticos.
Para mí, lo más difícil de tragar es el enfrentamiento que estamos viviendo en la sociedad. Qué pena que el corazón de nuestros jóvenes esté pensando en el odio y no en el progreso. La Constitución significaba perdón y lo estamos rompiendo.