En los últimos días, hemos asistido en el congreso a un acto, que así a grandes rasgos podríamos definir como esperpéntico y vergonzante.
Pero no para unos pocos o simplemente para los que propusieron censura sin posibilidad alguna de triunfo, sino también para el resto de fuerzas políticas, cada cual empeñada en esconder los trapos sucios propios y airear los de enfrente, cuando resulta que todos y cada uno de ellos en conjunto, tienen que callar y silenciar episodios de corrupción, ineptitud, avaricia, malversación y mal uso de los poderes y recursos que los ciudadanos les hemos regalado gratuitamente.
No hay nadie que se salve, unos por omisión, otros por mero interés y algunos simples y llanamente por ego. Ninguno por desconocimiento, pues lelos no hay ninguno, otra cosa es que se lo hagan en función de las circunstancias del momento y guardando la `puñalada trapera para otra ocasión menos adversa a su provecho.
Al final la sensación que nos queda al ciudadano de a pie, es que el conjunto nos toma el pelo con premeditación y alevosía, con el único objeto de seguir chupando del frasco del erario público y seguir sentados en los estupendos sillones que entre todos les pagamos.
¿Cuándo se hartará el pueblo de las mentiras y trampas que estos pájaros nos ponen a diario?
¿Cuándo se hartará el pueblo de las mentiras y trampas que estos pájaros nos ponen a diario?
Si el sufridor ciudadano se enterase realmente de los beneficios reales que estos chupópteros de pro y alcurnia tienen respecto al resto de los currantes, no sería de extrañar que una revuelta social estallase por los cuatro costados.
Y mientras tanto los sindicatos como aves de rapiña, recogiendo el fruto de la traición, poniéndose las botas y sin convocar ni una sola manifestación por el precio de la vivienda, por los precios o por la precariedad del trabajo.
De vez en cuándo salen un par de trileros en televisión con braga o bufanda al cuello, haciéndose una foto para la posteridad democrática y alardeando de logros sociales que acaban en agua de borrajas para el trabajador decente.
El cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones se queda corto en esta España de la democracia donde el cien por cien de los mangantes que nos gobiernan, tienen bajo cuerda otras diez fuentes de ingresos, si no de ellos directamente lo hacen a través de amigos o familiares y se quedan tan campantes.
Y para colmo encima aún existen tontos que a capa y espada los defienden. Pero eso ya lo saben ellos perfectamente y por eso aprovechan la tesitura y van estirando el chicle todo lo que pueden con buenas o malas artes.
En el circo romano de la España del siglo XXI, no hay lugar para tontos y sí para una legión de listos que atraviesan a diario las puertas del congreso de los diputados, se supone que, para hacernos la vida más fácil al resto de conciudadanos.
Unas puertas custodiadas por leones, pero que al lado de estas hienas, bien pudieran ser dos lindos gatitos persas.