Dicen por ahí que el amor es la hipoteca del alma, pero esa no desahucia y además el historial biográfico del enamorado se apasiona con la capacidad de endeudamiento carnal del garante de su pasión que espera con deseo a corto medio y largo plazo, con periodos de carencia y con un interés como mínimo aceptable, eso sí, exigiendo un compromiso y una dación en pago del corazón roto, ante posibles traiciones de la intención amatoria.
Pero, dejándonos de una vez de socarronería, jocosidad, ironía y chiste fácil, no nos queda otra que ponernos serios y recalcitrantes ante el panorama de vida hipotecaria que aguarda a gran parte de la sociedad española y principalmente a los jóvenes que son esperanza, futuro y claves en un estado del bienestar.
Da la impresión que los poderes fácticos los están convirtiendo en parias hipotecados hasta el final de su calvario en forma de perra vida pagando impuestos y sin obtener dádiva alguna a cambio de su magistral esfuerzo.
¿Pero, cómo van a poder afrontar los hipotecados prestatarios, las variaciones de interés que se están dando en los últimos meses, sin endeudarse hasta el corvejón? ¿De qué manera podrán sobrevivir con dignidad, si prácticamente les han duplicado las cuotas de sus préstamos y encima se prevé que esta situación aún no ha terminado y se endurezca con el tiempo?
¿Pero, cómo van a poder afrontar los hipotecados prestatarios, las variaciones de interés que se están dando en los últimos meses, sin endeudarse hasta el corvejón?
Pintan bastos para las clases sociales menos pudientes y no tiene trazas que a bote pronto vaya a solucionarse. El acceso a una vivienda, es necesidad prioritaria para el individuo y jamás debería convertirse en un lastre y mucho menos un negocio millonario, regentado por los poderosos que gobiernan el mundo siempre en base a sus intereses.
En los últimos tiempos, el sentir popular apunta a que esfuerzo y dinero del contribuyente van casi siempre destinados a cuestiones aparentemente de índole de menor importancia y solo quedan migajas para afrontar el embolado más crucial de cualquier sociedad moderna, que no es otro que preservar la economía, seguridad y estabilidad personal del sufrido ciudadano
Todo lo demás no deja de ser «pecata minuta», si el currante de a pie no tiene un techo donde cobijarse o si este no es seguro que sea duradero y prolongado en el tiempo.
Un país en donde sus habitantes en edad de independizarse no puedan emprender el cambio de rol familiar en condiciones decentes y aceptables, no traerá más que miseria y descontento a largo plazo.
Y mientras tanto, algún «honorable» parlamentario más gente de buen vivir y postín, pasando de mano en mano cientos de miles de «bolígrafos» sin tinta, pero plasmando su firma en las corruptelas y cloacas del estado que se supone que están ahí para proteger, defender y velar por el provecho de todos los hijos del estado…
¿Alguien da más? Tiempo al tiempo. Posiblemente, lo veamos cuando el iceberg salga a flote, salpicando de espinas a todas las flores del rosal que se pongan por delante. En estos intermedios, asombro y rabia se instala en los corazones de aquellos infortunados que deben seguir aguantando, a esta panda de mafiosos de guante blanco.