Apuntarse al gimnasio, comprar algún producto que hemos visto en el teletienda que ayuda a adelgazar, hacer caso a consejos de amigos y familiares, buscar en internet dietas diversas... parece que con la vuelta a la rutina nos entra el ansia de perder peso y compensar algunos de los malos hábitos que hemos tenido este verano.
Raciones, tapas, alcohol, o helados por una parte, y el descansar en sentido de no hacer ejercicio o tirarse gran parte de las vacaciones tumbado en la hamaca, (quien haya tenido la suerte de irse a la playa) o en el sofá, (quien se haya quedado en casa), por otra, son sinónimos de coger peso, perder la forma y engordar.
Mucha gente recurre a las dietas milagros con sus respectivas leyendas, buscando en unas semanas compensar los malos hábitos del verano.
Dietas de pocas calorías, de un solo alimento, excluyentes, según el grupo sanguíneo, o la dieta hiperproteica, solo conseguirán ser perjudiciales para nosotros puesto aunque dejan de lado ciertos alimentos o se concentran en otros; no dejan de ser una dieta insuficiente que puede ocasionar problemas de salud como alteraciones hormonales, aumento de estrés, ansiedad o irritabilidad, o problemas cardiovasculares.
Por mucho que nos lo diga amigos o gente de confianza, estas llamadas dieta milagro no existen y pueden ser más perjudiciales para nuestra salud que los bocatas de calamares o las raciones de bravas que comimos en verano.
La clave es comer de todo con una dieta equilibrada acompañada de ejercicio y algo de deporte
Lo ideal es hacer una dieta saludable pero no estricta, esto es seguir la norma del 80/20: Comer el 80% alimentos saludables sin obsesionarnos de la cantidad y sin excluir a ningún tipo de alimento, y el 20% enfocarlo en algún capricho; ya sea una cena fuera de casa, o un antojo en forma de dulce.
No hay que obsesionarse ni martirizarse por comer pizza o hamburguesa. Un día o dos a la semana no van a restar ni quitar nada a nuestro trabajo. Otra cosa que no hay que hacer es saltarse comidas con el objetivo de comer menos.
Hay que realizar entre tres y cinco comidas al día, siempre que se pueda, seguir un horario y sobre todo, hacer caso al estómago para comer cuando se tenga hambre. Nuestro cuerpo es sabio y nos pedirá "gasolina" cuando así lo requiera.
Otra cosa muy importante es hidratarse bien y beber mucho agua. Incluso aunque no tengamos sed. Al menos dos litros al día e intentar huir de las bebidas gaseosas, alcohólicas o estimulantes.
Huir de las comidas procesadas, precocinadas, comida basura o bollería industrial. Siempre que se pueda cocinar en casa la comida, mejor que comerlo fuera.
Y una cosa muy importante: hacer ejercicio. No nos referimos a ir al gimnasio y ponernos "cachas", sino a movernos, caminar si podemos una hora al día, no estar todo el día sentados y sin movernos, y si podemos y los horarios laborales lo permiten, salir a entrenar o realizar con frecuencia alguna actividad deportiva.
Esa es la clave: comer sano y de todo, y hacer ejercicio. Y si nos apetece un donuts, nos lo comemos.