Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y por fin la Noche Reyes. Aquella noche casi todo estaba a punto. La noche anterior fue intensa, duró hasta la madrugada lo más difícil era haber podido coser el cuero del balón con la máquina y la muñeca de trapo con dos ojos de cristal de diferente color, como así eran las botellas de procedencia. La pintura del tren, era de mala calidad, tal vez por ello no secó hasta poco antes de tener que ser entregado.
Aquel día 5 de enero fue intenso, sobre todo en preguntas. Los chicos parecían haber descubierto que la realidad no era un sueño. Los juguetes que habían dejado atrás en su casa había sido abandonar tempranamente la infancia.
Los padres, como habían hecho todos los años, instaron a acostarse lo antes posibles, el mayor de los chicos que ya debería estar en el secreto, los miro con desconfianza. Las desconchadas paredes, los sitios vacíos por las imágenes retiradas y escondidas, el destartalado confesionario cuya silueta en la penumbra adquiría una forma tenebrosa, acrecentada con la corriente que movía su puerta daban a todo un halo de misterio. El sueño les fue pudiendo, sobre todo a la niña que se resistía a que sus ojos se cerraran.
Cuando los soplidos tuvieron una sintonía armónica la madre se incorporó de un salto, fue a golpear en el hombro de su marido que con sus ronquidos había pasado a ejecutar un solo de trombón.
A la carrera fueron disponiendo todo.
_ ¡Tengo una idea! Dijo él. Metió en un saco de arpillera todos los juguetes atados con un cordel unos a otros y luego los engancho de un mosquetón que no sabía por qué estaba encima del altar, tal vez para la cruz. Dejó la cuerda colgante atada a un banco, lo cual evidentemente resultaba extraño.
-Listo. A dormir.
La noche se hizo más larga para la cabeza de los padres que consiguieron dormirse cuando la luz empezó a entrar por todos lados. La misma luz que hizo a los chicos despertar y empezar a corretear de un lado a otro y a saltar y a gritar. Los más pequeños zarandearon a la madre.
_Mamá, mamá…¡Mamaaa! Los Reyes. Hoy vienen los Reyes.
_¡Los Reyes!, los Reyes Magos.
_ Aquí no vendrán los Reyes Magos, irán a casa y no estamos. Dijo la madre.
_Si, si, vienen en todos los sitios y nosotros los escribimos. Le dimos la carta al que trae la leche. Pero aquí no hay nada Mamá. Tienen que estar en algún sitio.
El padre que compartía nervios con la chavalería no dejaba de mirar la cuerda hasta que los chicos reparando en ella, la desengancharon del banco lo que provocó que el saco bajara con aplomo hasta el suelo y antes de golpearse el padre lo paro. Todos se abalanzaron y de aquel saco, que sabe Dios lo que había llevado antes, comenzaron a salir aquello que habían construido pelota, tren, muñeca, … aquellos chicos eran incapaces de poder pestañear y la sonrisa se trasladó a los padres que en aquel momento olvidaron que había una guerra y que al día siguiente se pondría fin a la tregua navideña y los obuses volverían a caer sin preguntarse encima de quien y porque…pero aquellos padres sabían que por lo menos, para aquellos niños, sus hijos, la Navidad había estado antes que la guerra.
Los chicos parecían haber descubierto que la realidad no era un sueño