Soleada mañana de domingo en el Fernando Martín de Fuenlabrada. El equipo del sur de Madrid recibía a los muchachos de Pablo Laso en uno de los partidos más calientes de un campo siempre complicado. Miles de voces, tambores… la afición estaba a punto de ver la vuelta del derbi tras más de un año de gradas vacías. Y no decepcionó. El partido ha sido intenso, competido y emocionante. Un espectáculo que seguro pudo dejar mejor sabor boca en el aficionado local si Heurtel no hubiera acertado el triple que ponía el 85-88 para el Madrid.
Primer cuarto dominado por el Madrid
El partido arrancó intenso en las piernas de ambos conjuntos. Dentro del quinteto madridista, Abalde parecía enchufado, realizando varias muy buenas defensas y mostrando una especial energía en el ataque. Por su parte, el Fuenlabrada combinaba, mostraba ganas y garra, sin embargo, no conseguía acertar en el aro, siendo destacables varios fallos de Kyle Alexander.
Los primeros minutos transcurrían y el Madrid no perdonaba. Su superioridad se hacía patente jugada tras jugada, sobre todo, a través del anteriormente mencionado Alberto Abalde. Así abrieron brecha a un Urbas poco inspirado que tuvo en el nigeriano Obi Emegano su excepción positiva.
No obstante, la llegada del final de cuarto cambió la dinámica. La entrada de Ristic y Novak dio algo diferente al Fuenla en ambas zonas, consiguiendo parar la sangría de puntos. Así se llegaría al descanso con una ventaja de catorce por parte de los visitantes (20-34).
Emegano empató el partido a falta de 18 segundos
Tiempo de remontada
El segundo cuarto fue un tiempo de remontada para los de Josep Raventós. Los fuenlabreños comenzaron muy bien tanto en defensa como ataque, consiguiendo cada vez acercarse más a los blancos. Por su parte, el Madrid se mostraba errático con y sin balón, una realidad que aprovecharon los locales, ayudados por los minutos del veterano y alma Chema González, para reducir la diferencia y forzar a Laso a actuar.
El técnico madridista dio entrada a Rudy y Vukcevic. Quizás este no haya sido el mejor partido para el canterano y promesa, quien, tras unos minutos erráticos en pista, fue cambiado con clara cara de enfado por su actuación. Mientras esto pasaba, el Fuenlabrada seguía jugando a un ritmo por encima del Real Madrid de la mano de Emegano y Ristic. El pívot mostró sus habilidades en poste alto y fuera de la zona con un gran acierto en los triples. De esta manera los locales se fueron al vestuario uno por encima.
La reanudación trajo un partido parecido al que se vio en el final de la primera mitad. El Fuenlabrada seguía enchufado, mientras el Madrid se mostraba errático y castigado por un Ristic intratable (cinco triples sin fallo), quien fue la gran arma ofensiva local durante muchos minutos. Sin embargo, la calidad individual de los de Pablo Laso impedía quedarse atrás en el marcador.
El paso del tiempo trajo mejor juego para los blancos. No obstante, los buenos minutos del joven Bagayoko, Alexander y el poco ortodoxo Novak provocaron que la diferencia se fuera hasta un máximo de 8 puntos para los fuenlabreños (65-57).
Finalmente, el cuarto terminaría con una ventaja de cinco para los locales. Un colchón que no fue suficiente para sobrevivir a unos diez minutos finales muy poco fluidos a nivel de juego, en los que la calidad superior de los de Laso se impuso.
Últimos minutos de infarto
Los blancos secaron el ataque de los de Raventós desde el minuto uno hasta ponerse por delante. El partido era competido e incluso bronco. Tavares fue descalificado tras recibir su segunda técnica y el Fuenlabrada volvió a ponerse por delante. Los segundos pasaban y ambos equipos contaron con grandes actuaciones de la mano de Ristic para los locales y Llull para los blancos con dos triples seguidos.
El Madrid siguió jugando y presionando al Fuenlabrada hasta ponerse cuatro por delante (78-84). Sin embargo, el equipo fuenlabreño no se rindió en ningún momento. Un Obi Emegano espectacular (siete puntos en el último minuto) empató el partido a falta de 18 segundos con un triple bien defendido.
El campo era un volcán a punto de erupcionar con tambores y miles de voces sonando al unísono. Sin embargo, a veces los cuentos no terminan con un final feliz, ni David siempre vence a Goliat. En la última jugada del partido, el balón llegó hasta Llull, quien atrajo a la defensa para que Heurtel se posicionara solo en la parte derecha, recibiera y tirara para poner el 85-88 final sobre la bocina.