Se acercan fechas navideñas y con ellas brilla de nuevo la esperanza, tan denostada y celosamente guarecida en el fondo del alma en estos últimos tiempos, abiertos al dolor gratuito al que los humanos ni por asomo imaginábamos, que sufriríamos en nuestras carnes.
En el torbellino de acontecimientos del año anterior, a ver quien es el guapo que preveía catástrofe de tal magnitud, que se llevara por delante miles de corazones inocentes y que al tiempo hiciera tambalearse nuestra sociedad del bienestar de la que todos disfrutábamos desde hace décadas.
No hay receta milagrosa para sanar las heridas abiertas en la entraña, de cada habitante del planeta, en estos días aciagos.
Pero como no podía ser de otra manera y como la historia así constata, el ser humano resurge de sus cenizas tal como Ave Fénix, dando por sentado que el mal vivido servirá de acicate en el futuro reciente, para concienciarnos de la fragilidad de la especie cuanto tiene enfrente un enemigo invisible, certero y despiadado.
Dicho esto y para no eternizarnos ni enfatizar soberanamente en el caos, tal vez deberíamos hacer borrón o cuenta nueva y centrarnos en el futuro que a corto plazo nos espera, que no es otro que la celebración de las fiestas navideñas en nuestras calles, transmitiendo a los cuatro vientos la proclama más optimista, que deba salir de unos labios.
Que el espíritu de la solidaridad y amor se instale en cada corazón de nuestra tierra
El mejor mensaje de Navidad es aquel que brotando de lo profundo del corazón, insufle aliento de vida y amistad a aquellos que nos acompañan y forman parte del sendero de nuestra existencia.
Que el espíritu de la solidaridad y amor se instale en cada corazón de nuestra tierra.
Que cada lágrima se convierta en sonrisa, que cada herida se restañe con la magia del presente que el desamparo se trastoque en sortilegio hechizado y que los ojos disfruten del encanto de nuestras calles.
Son jornadas de dar y compartir sin pensar en que el viaje no sea siempre de ida y vuelta.
Encendamos el fuego de la hospitalidad en nuestros corazones con aquellos que carecen de igualdad de circunstancias y dejemos que cenizas caritativas perduren en el tiempo.
Es ahora o nunca.
Que la sonrisa de un niño extasiado ante la magia navideña, sea bálsamo para nuestra piel tal y como lo es el agua caliente.
Que cada bola de navidad y cada estrella confiemos que sea un alma perecida que regresa en estas fechas desde el cielo de los justos.
Es ahora o nunca. Comparte Navidad ¡comparte vida!
Por y para siempre, regala amor en estos días.
¡Porque sí, porque puedes!