Casi un mes después de las elecciones municipales del 28 de mayo, y con los alcaldes y alcaldesas ya investidos, seguimos viendo cómo las Administraciones Públicas españolas configuran sus nuevos gobiernos desde las coaliciones. A diferencia del 2019, el Partido Popular y la ultraderecha de Vox toman las riendas en la mayor parte de las Autonomías, así como en las capitales de provincia y en grandes ciudades.
Comunidad Valenciana, Aragón, Murcia, Extremadura o Baleares podrían tener estos Ejecutivos bicolor. Y más de 140 grandes ciudades siguen el mismo patrón.
Hace cuatro años, el PSOE gobernó con Podemos y otras formaciones a su izquierda en Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Comunidad Valenciana, La Rioja o Navarra. Este proceso acabó con lo que podríamos llamar la gran coalición, la que tuvo lugar en el Gobierno de la nación entre PSOE y Podemos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Entonces tanto el PP como Vox pusieron en el disparadero estas coaliciones a las que bautizaron como “pactos de perdedores” y llegaron a poner en duda la propia legitimidad democrática de estos acuerdos. De Sánchez dijeron burradas y le acusaron de pactar con chavistas, filoterroristas, racistas y “demás escoria” de España.
En estos cuatro años, parece que populares y ultras han debido cambiar de opinión porque hacen lo mismo que criticaron. Pero hay notables diferencias. Los gobiernos conformados hace cuatro años no han supuesto la catástrofe que pregonaron, ni el final de la nación española. Estos años han servido para avanzar en derechos, para superar una pandemia, una guerra, una crisis económica… Y tras sinuoso camino estamos liderando el crecimiento económico de España o con el mayor número de españoles trabajando en toda la historia de la serie histórica, casi 21 millones de ocupados.
Vox está consiguiendo desde la minoría condicionar las políticas municipales de centenares de ciudades
A pesar de todo, el ciudadano medio ha comprado el discurso de la derecha y la ultraderecha y al son del lamentable grito de guerra del “que te vote txapote” nos encaminamos hacia un país en el que el poder local, regional y nacional podría estar en manos del PP y de un socio como Vox que ha sido capaz de hacer lo que prometió cuando llegó a la política: romper consensos e imponer su visión del mundo.
Nos esperan cuatro años gobernados por aquellos que niegan la violencia de género, por los que no están dispuestos a que los colectivos LGTBI sigan avanzando en derechos, por los que quieren empaparnos con su discurso racista y xenófobo, por los que anhelan una España de toros y mantilla o de cruces y catecismos, por los que niegan a la ciencia, por los que no creen que estemos ante una emergencia climática, por los que creen que rezando vendrán las lluvias, por los que quieren acabar con las Autonomías, por los que aspiran a una Europa menor, por los que defienden que las mujeres ya tienen demasiados derechos…
Y todo eso lo harán gobernando desde la minoría. Porque hay que recordar que Vox obtuvo en las últimas elecciones municipales 1,6 millones de votos, solo el 7% del total. Y cuenta más en el programa y en el reparto de consejerías y concejalías que el partido que le ha abierto la puerta, el PP que tiene más de 7 millones de votantes.
No sabemos quien será más culpable de lo que suceda: Vox por elevar tanto sus exigencias o el PP por aceptarlas. Lo cierto es que nunca se hizo más con menos. Nunca se sacó tanto rendimiento a todas y cada una de las papeletas con el logo de Vox que los ciudadanos depositaron en las urnas. Y nunca se ninguneo tanto a las que llevaban el logo del PP.
Aunque poco parece importar a unos y otros pues andan todos eufóricos, lo que me lleva a pensar que PP y Vox nunca dejaron de ser lo mismo, un mismo proyecto político. Ahora nos hablan de “verano azul” pero más bien podrían dejar de engañarnos y contarnos que en realidad estamos en un “verano azul verdoso”.