Durante muchos años ha sido la primera mascota para muchas familias y sobre todo, para muchos niños dada su facilidad en el cuidado, el tamaño, el precio y el poco mantenimiento que requieren.
De hecho, era como una piedra de toque para los niños que querían una mascota como un gato o un perro, y sus padres, en parte para callarles, en parte para que se familiaricen con el cuidado de un ser vivo, "probaban" con la clásica tortuguita, conocida popularmente como galápago y en los últimos años como tortuga de Florida.
No es raro recordar que alguien de nuestro entorno, ya sean amigos, familiares, vecinos, compañeros de clase o nosotros mismos, hemos tenido alguna que otra vez la clásica tortuga en el clásico tortuguero con una pequeña isla de plástico en el centro, acompañada de una palmera también de plástico muy graciosa.
Su fácil cuidado era y es un estímulo para que los niños comprobaran lo que significa cuidar a un ser vivo con unas sencillas tareas como darles de comer esa especie de gambas pequeñas disecadas, o cambiarles el agua. Hasta ahí bien. Los niños comprobaban y hacían frente al cuidado de un ser vivo y tenían una mascota que "dependía de ellos".
Todo era y es fácil pues estas tortugas no requieren más cuidados e incluso, no hay que cambiar el agua a diario salvo que sea verano, huela más de la cuenta, o haya más de una en el tortuguero. ¿Pero qué pasa cuando empiezan a crecer?
Todos hemos visto a la clásica tortuga en el clásico tortuguero con una pequeña isla de plástico en el centro, acompañada de una palmera también de plástico muy graciosa
Pues que entre que apenas hay cambio en su comportamiento y han sido solo unos centímetros, mucha gente se suele aburrir y optan por soltarlas en estanques, fuentes, lagos o ríos. Parece lo más lógico para que la tortuga se busque la vida dado que durante años hemos visto cómo en esos mismos lugares había tortugas de distintos tamaños, conviviendo con peces, carpas o incluso patos.
Pero lo que realmente sucede es que las tortugas, de ser herbívoras y comer las gambitas que les echábamos para alimentarlas, resultan que son omnívoras y se comen las larvas de otros peces o especies, ocupan el espacio de otros animales cuando quieren salir a la superficie a "tomar el sol" y rompen el ecosistema.
De hecho, durante años se prohibió su venta en los acuarios, luego regresó a un precio más alto y finalmente se ha prohibido su venta en nuestro país por los riesgos que crea en la naturaleza una vez están en libertad.
Un buen ejemplo era el estanque que durante años había en el invernadero de la estación de Atocha. La gente soltaba ahí las tortugas, éstas fueron procreando con ayuda de la comida que los cientos y cientos de personas les lanzaban durante años, convirtiéndose casi en una atracción turística, pero dado que el número y tamaño de las tortugas no paraba de crecer y ya perdía parte de su encanto al ver tantas, se optó por prohibir primero lanzar comida para después cerrar el estanque y quitarlo.
¿Y qué han pasado con las cientos de tortugas que había allí? Pues muchas han ido a parar cerquita, a muchos de los estanques que hay en El Retiro, pero si no se pone tope a esta costumbre de soltarlas, quizás se opte por otra medida más drástica.
La tortuga de Florida puede vivir unos 30 años y su hiperpoblación puede suponer un serio problema para otras especies. El fallo, quizás, radica en soltarlas en libertad cuando han crecido bastante y apenas tienen espacio en el tortuguero o ya no hacen la gracia que hacían cuando eran pequeñitas.
Por eso, a partir de este año quien posea una tortuga de Florida debe informar a las autoridades competentes de su posesión y tomar una serie de medidas como esterilización, informar si el animal "se escapa", o una declaración responsable para no liberarlo.
Una mala fama que sin duda se ha ganado esta graciosa mascota que una vez se ve en libertad, actúa por instinto y perjudica al ecosistema y el futuro de otras especies.
La decisión es nuestra. Es fácil y útil tener tortugas en casa. Sobre todo de cara a los niños, pero debemos saber que cuando crezcan, no se debe liberar a la ligera, o al menos, hay que informarse de dónde y si se puede hacer.