En general, el proceso de alimentación es un gran desconocido al que no se le da importancia. La alimentación incluye una serie de procedimientos complejos compuestos tanto por fases voluntarias como involuntarias que, además, dependen del desarrollo y la conformación de las estructuras orofaciales y/o del sistema estomatognático. Por ello, aunque las dificultades de alimentación se presentan tanto en edad adulta, pudiendo ser adquiridas, como en edad pediátrica, la mayoría tienen relación con causas hereditarias, genéticas y/o congénitas.
Una revisión interesante para una mejor comprensión en este tema es saber acerca del desarrollo embrionario. A través de los estudios que manifiestan la adecuada formación del sistema nervioso durante el embarazo y el conocimiento de las características que debe tener un recién nacido sano, se conoce que el recién nacido dispone de un repertorio de capacidades que, si funcionan correctamente, le permiten recibir información (neuronas sensoriales), actuar (reflejos primitivos del recién nacido controlados por el cerebelo y los ganglios basales) y transmitir información (neuronas motoras, hipotálamo, sistema nervioso vegetativo). Así, la base de todo son los sentidos. Los sistemas sensoriales que más influyen en el desarrollo cognitivo - motor son: el visual, el auditivo y el somatosensorial o táctil-quinestésico (implicado tanto en el tacto como en lo relativo al movimiento y a la propiocepción). Por tanto, para una correcta evolución alimentaria, primero debe existir un sistema nervioso sensorial que funcione en consonancia con los estímulos que se reciben del exterior (se le da especial importancia al sistema somatosensorial que incluye la propiocepción y por tanto la postura), la presencia de todos los reflejos primitivos para un correcto desarrollo motor que permita un apropiado desarrollo cognitivo gracias a que un buen funcionamiento global posibilita una interacción placentera con el entorno.
El proceso de alimentación es un gran desconocido al que no se le da importancia
Continuaremos hablando de la deglución, la cual es un mecanismo neuromuscular complejo que tiene dos funciones: asegurar un estado nutricional y de hidratación correctos y aislar la vía aérea durante la ingesta; en ella intervienen más de 30 músculos, pertenecientes a la cavidad oral, y 6 pares craneales. De forma más específica, el logopeda conoce el funcionamiento de la musculatura orofacial y la implicación de dichos pares craneales ubicados en el tronco encefálico, puesto que ramifican los músculos sensorial y motóricamente. La dificultad de alimentación más conocida en el ámbito de la logopedia es la afección denominada disfagia, condición que describe cualquier dificultad para deglutir o cualquier amenaza a la eficacia y a la seguridad tras pasar los alimentos de la boca a la faringe.
A continuación, se exponen diferentes trastornos, alteraciones, condiciones y/o causas que pueden dar lugar a dificultades en la alimentación: prematuridad, autismo, trastorno del déficit de atención e hiperactividad, discapacidad intelectual, parálisis cerebral infantil, selectividad alimentaria y/o aversión sensorial alimentaria, disfunción temporomandibular, alteraciones relacionadas con la saliva, dentición o presencia de maloclusiones, introducción tardía de la alimentación complementaria (prácticas inadecuadas de destete), traumatismos del sistema estomatognático, y un largo etcétera.
A modo de conclusión se requiere mayor información y formación parental para no confundir conductas irrelevantes con conductas terapéuticamente relevantes en nuestros hijos. Es muy complicado saber de todos los temas que nos puedan preocupar, pero es muy importante tener conciencia de responsabilidad informativa para facilitar la detección de dificultades tratables y consultar con diferentes profesionales como terapeutas ocupacionales, logopedas y psicólogos.