La población mundial está creciendo cada vez más y más, y esto implica que la generación de residuos se está incrementado también de manera considerable. Por lo tanto, el reciclaje se está convirtiendo en una cuestión vital; o damos salida a los diferentes residuos o, literalmente, nos comerá la inmundicia.
En nuestra región tenemos un claro ejemplo de que los vertederos no pueden seguir recibiendo los residuos y acumulándolos en grandes parcelas; el vertedero de Pinto/Getafe, uno de los más grandes de España, está al límite de su capacidad y, pese a las irregularidades en su gestión denunciadas por varios colectivos de la zona, aún se plantea la posibilidad de ampliar las instalaciones para seguir recibiendo residuos. Una problemática similar se desarrolló en torno a otro gran basurero de la Comunidad: el vertedero de Colmenar, que se encuentra al límite de su capacidad.
Dejando al margen los problemas de salud pública, de emisiones, la instalación de vertederos también genera debates y tensiones políticas (ningún municipio quiere albergar un vertedero), por lo que debemos pensar en alternativas a largo plazo que vayan más allá de esconder la basura debajo de la alfombra.
Para no convertirnos en un continente de basura, la Unión Europea ha marcado una serie de objetivos para conseguir reaprovechar los residuos en lugar de acumularlos en instalaciones como las de Valdemingómez o Colmenar: para 2025, el 55% de los residuos generados en cada país de la unión deben ser reaprovechados; en 2030 el porcentaje debería ascender hasta el 60%, y en 2035 hasta el 65%.
La nueva ley para evitar la proliferación de vertederos
Esta idea de reutilizar los deshechos (para generar compost o abono para las plantas, por ejemplo) es uno de los principales principios de la conocida como Economía Circular, que pretende unificar la sostenibilidad con la eficiencia y la responsabilidad social. En España, la normativa europea se ha plasmado en la ley 7/2022, que, por ejemplo, establece una tasa extra por la deposición de residuos en los vertederos - desincentivando esta práctica- y, además, solicita a los municipios que mejoren la separación y el tratamiento de los residuos sólidos urbanos; por ejemplo, todos los municipios deberían haber implantado por completo el "quinto contenedor" - para recoger biorresiduos domésticos- el pasado mes de julio, aunque en pocas ciudades se ha cumplido con esta exigencia.
No es fácil adaptarse a este nuevo modelo, y la aplicación de la norma está generando polémica y discusión en numerosos Ayuntamientos
Y es que España siempre ha estado a la cabeza en cuanto a la separación de envases, pero no tanto en la tabla de clasificación general; se nos ha resistido el reciclaje de los residuos sólidos urbanos. Con todo, a lo largo de los años nuestro país ha mejorado en esta categoría, alcanzando el quinto puesto a nivel europeo: en España se consiguen obtener un 60,5% de residuos valorizados, es decir, se consigue dar "una segunda vida" o un "segundo uso" a más de la mitad de la basura que generamos. Por delante, en la Unión Europea, tenemos a Italia (83,2%), Bélgica (74,1%), Eslovaquia (64,0%) y Letonia (64,0%).
No es fácil adaptarse a este nuevo modelo, y la aplicación de la norma está generando polémica y discusión en numerosos Ayuntamientos, sobre todo por la aplicación del nuevo impuesto, que va a aumentar considerablemente el gasto en gestión de residuos. Elevando quejas sobre este aumento a los foros políticos, parece que nuestras administraciones ya dan por perdida la batalla por la independencia con respecto a los vertederos.
Teniendo en cuenta todas las dificultades técnicas y políticas, sin embargo, no nos queda otra opción que tratar de colaborar lo más posible en las tareas de reciclaje; si en la remota aldea japonesa de Kamikatsu, en Japón, los habitantes consiguen dividir sus residuos hasta en 34 tipos diferentes, nosotros somos más que capaces para diferenciar lo que tenemos que echar en el contenedor gris y en el nuevo contenedor marrón. O nos ponemos a ello, o nos come la mierda.