Hoy dos momentos a los que a veces vuelvo cuando pienso en la Pandemia. Solo me hace falta acordarme de estos dos. Pero vamos a empezar desde el principio, aunque parezca una locura solo han pasado dos años desde que empezáramos a oír hablar sobre el gran virus. Todo ocurrió tan rápido desde aquí, que lo siguiente que recuerdo era el hashtag yo me quedo en casa, y la noticia de la proclamación del estado de alarma a lo pocos días junto con la orden del confinamiento domiciliario.
El asunto ya comenzó mal, y se empezaron a escupir las primeras culpas: se habló mucho de la irresponsabilidad de las mujeres y del gobierno comunista por salir a las calles el 8 de marzo. Si no recuerdo mal, el resto de la visibilidad política que no defendió la manifestación, se aglutinó en el Vistalegre. Ortega Smith se contagió y por Twitter se hablaba del virus antifascista. No es tan grave, todos en algún momento hicimos bromas y cosas mal, mal hechas porque para lo que sucedió después no hay palabras.
El miedo es un sentido complicado que produce reacciones extrañas. Todos sentimos miedo e incertidumbre según pasaron los días, pero estábamos en casa. Por desgracia no todas las personas lo vivieron así, y pasaron mucho tiempo en hospitales, en la UCI y se fueron, o les tocó perder seres queridos, o no se recuperaron, o no se les agradeció nada. Porque estoy hablando de las enfermeras, los médicos y todo el personal sanitario que estuviera contagiado o no, pasó esos meses tan duros en los hospitales, ¿y que hicimos?, aplaudirlos.
Aplaudimos la valentía, pero nos escondimos. Esto que ocurrió es una de las cosas a las que a veces vuelvo. Los primeros días fueron estremecedores, en los últimos aplausos parecía que nos estábamos riendo de ellos. El sector más expuesto que recibió culpas: culpas, aplausos y caceroladas. Eran héroes y monstruos al mismo tiempo, ¿vosotros llegáis a entenderlo? También se decía, ¿que podíamos hacer? pues el otro punto al que a veces vuelvo fueron los vídeos que enviaron pidiendo desesperados que la gente cumpliera con el confinamiento.
Por desgracia no todas las personas lo vivieron así, y pasaron mucho tiempo en hospitales, en la UCI y se fueron, o les tocó perder seres queridos
Todo lo que pasó fue horrible, no nos pudimos despedir de nadie, pero tampoco hemos sabido agradecer la labor de las enfermeras. Y hoy he estallado de rabia cuando he visto la noticia de que la Comunidad de Madrid pretende no renovar al 65% de las enfermeras COVID. Aprendimos que la gratitud se expresa en mejoras laborales, pero no se aplicó en ningún caso.
Ya está, no voy a decir nada más, pero me cansa el desagradecimiento de los cuidados. Como mujer me revienta, y como persona humana que puede padecer de cualquier cosa en cualquier momento, y encima tiene la suerte de contar con la sanidad pública, no me entra en la cabeza. Y es que es es más fácil que todo eso. Se ha alienado totalmente la función de los médicos, como si fueran máquinas o les correspondiera pasar por todo esto por vocación, porque que yo sepa, corregidme si me equivoco, nadie trabaja por gusto, se hace por dinero.