Los españoles presumimos a diario de lo saludable que es la forma de vida Mediterránea, nos sentimos orgullosos de nuestra gastronomía, nuestra manera de disfrutar la vida, nuestra siesta... y, sin embargo, la realidad es bien diferente.
En nuestro país crecer sano es cada día más complicado. España es, por detrás de Chipre, el segundo país de la Union Europea con un mayor porcentaje de obesidad infantil, seguido muy de cerca por Italia y Grecia. Resulta que en la cuna de la dieta mediterránea cada vez comemos peor, descansamos peor y hacemos menos deporte.
Las consecuencias se traducen en datos alarmantes: La obesidad infantil afecta en nuestro país a 4 de cada 10 niños y niñas y a tres de cada diez adolescentes que, no solo tienen problemas de sobrepeso; junto a ellos, sufren de otras enfermedades graves tanto físicas (diabetes o enfermedades cardiovasculares) como mentales (baja autoestima o depresión).
Por esta razón no dudé ni un segundo en aceptar cuando, el pasado 11 de junio, me ofrecieron participar en una mesa redonda convocada con el motivo de la presentación de En plan Bien, un Plan estratégico Nacional para la Reducción de la Obesidad Infantil. Un plan que tiene un objetivo aparentemente sencillo: conseguir que los niños, niñas y adolescente españoles crezcan sanos, y que lo hagan independientemente de sus recursos económicos o su origen social.
Me sentí muy afortunada de poder participar de primera mano en una charla con varias personas cuyas profesiones están de una u otra forma conectadas con un estilo de vida saludable, además de otros adolescentes de mi edad con ideas muy claras sobre los problemas que esta epidemia del siglo XXI está provocando en nuestra sociedad. Me sentí afortunada antes de ir al acto y muy agradecida después pues fui con la intención de dar mi opinión sobre el tema y lo único que hice fue aprender.
Aprendí que el sobrepeso es un problema social, un problema que afecta el doble a niños y niñas de hogares con bajos ingresos
Aprendí que la obesidad no es un problema solo de alimentación. Si queremos combatirla hay que actuar de una manera global: el deporte, el descanso, la buena alimentación y la salud física y mental deben ser garantizados por el Estado para todos los niños y niñas.
Aprendí que el sobrepeso es un problema social, un problema que afecta el doble a niños y niñas de hogares con bajos ingresos. Una enfermedad que a menudo esconde problemas económicos y sociales, familias que no pueden garantizar a sus hijos una buena alimentación, un buen descanso o una vida activa.
Aprendí que el entorno es importante, que las ciudades dificultan la capacidad de un niño de llevar, por ejemplo, una vida activa si sus padres no tienen tiempo de buscarles actividades de ocio fuera de casa o practicar deporte con ellos.
Aprendí también que las nuevas tecnologías no nos han ayudado. Que las redes sociales han conseguido que muchos niños no sientan la necesidad de salir de casa ni siquiera para ver a sus amigos y socializar.
Que, si bien es cierto que existe una tendencia del adolescente hacia una alimentación poco saludable, no sabemos si esa preferencia ha sido de verdad escogida por nosotros o simplemente es una etiqueta que la sociedad nos ha colgado y que ha conseguido eliminar de nuestras actividades cualquier alternativa de comida saludable sin pensar en las graves consecuencias que eso tiene a largo plazo.
Aprendí que el ritmo de vida, la publicidad, la presión social, la falta de alternativas, y un sinfín de factores más son causas directas de esta vida poco saludable que tantos problemas está provocando en los adolescentes de nuestro país.
Pero también aprendí que, identificado el problema y sus causas y conocidas las consecuencias, existe una esperanza. Que si la sociedad se conciencia, las Administraciones ponen medios y todos ponemos un poco de nuestra parte podemos conseguir llevar una vida más sana, una vida En Plan Bien.