Genio y trabajo.
En los albores de una nueva crisis económica según predicen los expertos y como apuntan las cifras sin precedentes de la inflación, nos toca afrontar, como así mandan los cánones establecidos, una nueva festividad del trabajo el próximo día 1 de Mayo.
Jornada que por antonomasia, trata sobre las reivindicaciones sociales y laborales a favor de las clases trabajadoras y que tanta importancia ha tenido en las últimas décadas.
Ya deben estar preparados los agentes sociales vulgarmente conocidos como sindicatos, para defender a toda costa los derechos del paupérrimo trabajador frente al satánico empresario, pues eso atestiguaban contra viento y marea sus eslóganes de antaño.
Hoy, en este mundo al revés en el que nos toca buscarnos las habichuelas, más bien parece que los defensores a ultranza del pueblo llano, se hayan convertido sin comerlo ni beberlo, pero en clara concupiscencia y exacerbada codicia, en adiestrados burgueses al servicio de quien financia el tren de vida que se pegan los sindicalistas jerifaltes de turno y la legión de acólitos y allegados.
Con sus salarios faraónicos y los bolsillos repletos de dinero público, da la impresión de que hayan perdido el norte y todos los puntos cardinales, base y sustento de sus proclamas de amparo al proletario, para pasar a convertirse en mercenarios y veleros del silencio, para conseguir proteger sus intereses y los de aquellos que les compran su mirar hacia otro lado.
Camaleones expuestos al eco del viento, lamiendo las manos de quién tiende viandas ante su sendero, a sabiendas que van a seguir el rastro sin aflicción o sonrojo y no dejando ni una mísera migaja para el colectivo de sus representados.
¡Viva la fiesta del trabajo, pero sin estos fariseos!
¡Pero dónde se ha visto que los agentes sociales, comulguen con el poder!
Dan vergüenza ajena, intentando justificar, lo que hace tan solo unos años, defendían con uñas y dientes.
Pues en épocas pasadas la subida del IPC, los costes de la energía y el incremento del precio de los productos básicos, por muy ligero que este fuera, eran atentado contra los derechos de la ciudadanía y una aberración sin precedentes.
Resulta que ahora no son motivo ni siquiera para la `protesta social y menos para huelgas o manifestaciones, al contrario, los defensores del humilde proletario enmudecen tras sus mesas de caoba y escondiendo la testa, ruegan paciencia, mesura y austeridad, tratando que no se note ni de lejos, el papel que juegan en este endiosado toco mocho de amiguetes, al que nos tienen últimamente acostumbrados.
Genio y trabajo digno. Genio para llenarse los bolsillos sin pegar un palo y trabajo digno para ellos y que ya se las apañe el contrario. Una cosa es, rasgarse las vestiduras con eslóganes, consignas o pancartas y otra totalmente distinta, proteger y auspiciar al pueblo.
¡Viva la fiesta del trabajo, pero sin estos fariseos!