Todo arte o trabajo que no sea originalmente concebido o provenga de autoría propia, lo llamemos como queramos llamarlo, no es prístino sino copia y no es creación sino plagio, sean canciones, imágenes y documentos, tesis o master.
No sé si se debería perdonar la intromisión y falacia a todo aquel que invada la intimidad y el derecho legítimo, que cada ser tiene sobre sus carnes y sobre la libertad del pensamiento para hacer con aquello que forma parte de si mismo, lo que a cada cual le venga en gana, con el alma y con su cuerpo.
Si encima hay que aceptar, cual si fuera jarana macabra del poderoso, que el escarnio va auspiciado por un ministerio, tal vez se haya entrado, en el totalitarismo del lucro indiscriminado y el plagio más abyecto, en aras del intrusismo irreverente, a la potestad intrínseca del individuo de decidir libremente sobre su imagen en cualquier circunstancia, por muy adversa e hiriente que esta sea… o que a otros les parezca.
Al final, damnificados y corsarios tendrán que verse las caras, en el coso de togas más birretes. Y allá en tierra de nadie, ponerse a dirimir, quién es mártir inocente o quién es insidioso culpable, para evitar “in extremis”, que ciertos organismos estatales quebranten las leyes habidas o por haber y manipulen a su antojo proyecto que caiga en sus manos siendo incapaces de asumir la responsabilidad y controlar los asuntos, que soliciten a cuatro impresentables, sopla gaitas o pelagatos codiciosos vanos en honestidad y eurekas, pero duchos en codicia y desvergüenza.
Dicho con respeto amás de sin sorna, repugna y da vergüenza ajena asistir a esta capciosa ignominia y que encima nos intenten vender, que la campaña está pensada en favorecer la igualdad y su objeto es, romper estereotipos en una sociedad arcaica y machista. Si es que da hasta risa pensar, como los jerifaltes de turno, han podido caer en una trampa tan burda. ¡Habrá que ver, si les meten estas goleadas, cómo y cuánto trabajan!
Todo ciudadano de a pie debería ponerse en la piel, de estas valientes damas, a las que “presuntamente” se les ha hurtado de un miserable plumazo y por la retaguardia, la decisión de elegir libremente como, de qué manera o a quién y dónde, muestran, “diferencia y debilidad”, empoderamiento o fortaleza.
Están en indiscutible derecho, de reclamar resarcimiento del agravio, aunque el plagio haya que pagarlo del erario. ¡Aparecieron las cinco del cartel, pero pidiendo recompensa! Como es lógico, alguien deberá pagar el pato, pues si no, panorama negro nos espera tras este hatajo de chapuceros. Esperemos que las aguas vuelvan a su cauce y que por una vez suceda, que entre dimes y diretes, de jueces, procuradores y abogados, no ruede del tajo al suelo ninguna cabeza y termine pagando este despropósito, el ciudadano y no el estado. Tiempo al tiempo. Ya veremos…
Todo ciudadano de a pie debería ponerse en la piel, de estas valientes damas, a las que “presuntamente” se les ha hurtado de un miserable plumazo y por la retaguardia