NOTICIAS | OPINIÓN DE JOSÉ CASTILLO | El ídolo sobre el programa: La santidad mediática en política

El columnista de Soy-de. asegura que se ha perdido la esencia intelectual de la política

El columnista de Soy-de. asegura que se ha perdido la esencia intelectual de la política

José Castillo es especialista en temas de actualidad política y de la Administración Pública

Lejanos y con añoranza se ven, ahora mismo, los años tumultuosos pero brillantes, de la política española en la Transición. Como exclamaría un vate en el siglo de oro: “Do quedaron aquellas mentes preclaras, esos discursos y excursos cargados de verdad, sin ira”.

 

Recorriendo el espectro ideológico, desde la derecha más conservadora, hasta la izquierda más nostálgica del arquetipo soviético, cunden los ejemplos de personalidades a las que sus ideas representaban más que sus atuendos y sus gestos. Al no existir redes sociales ni postureos vacuos, los políticos daban esplendor a sus programas, con una visión de España, o de su región, que promovía el pensamiento crítico, la disertación sobre unas bases de convicción ideológica, todo ello bajo el paraguas de lo posible. Nombres, hombres y también mujeres, por supuesto, que supieron abandonar el marxismo, reconocer la bandera desde la hoz y el martillo, o proclamar un estado social desde la atalaya lucense de Villalba. No hace falta que les diga quiénes eran, porque la política del consenso desborda personalidades y legislaturas.

 

Hoy en día se ha perdido la esencia intelectual de la política; ya no hay parlamentarismo, ese invento liberal que salvó a Occidente de la tiranía. Ahora se practica el “tabernarismo”, las intervenciones de club de la comedia, la infantilización del discurso. El despliegue de la carta política ya no viene en forma de programa, sino en rótulo de palabra. Y como tantas veces, su utilización espuria arrebata las esencias: libertad, solidaridad, igualdad, qué ha sido de su primigenio significado.

 

 



La lucha contra los privilegios debe empezar por el rechazo a las inercias de la clase política

Es innegable el tirón político de las figuras femeninas en este comienzo del siglo XXI. El patriarcado, que aún existe aunque de forma residual, ya no puede parar la plena incorporación de la mujer en todos los ámbitos de poder, del conocimiento y de la responsabilidad social. Y es por ello que los estrategas publicitarios a sueldo de los partidos políticos maximizan su proyección de suelo electoral, ensalzando figuras con mucho cuerpo mediático, pero pies de barro en solidez de gestión o de valores. 

 

En la Comunidad de Madrid, el diseño de campañas condicionó de una manera eficaz, pero tremendamente decepcionante, los resultados de las últimas elecciones en mayo de 2021. Candidatos con trapío, formación y criterio como Gabilondo o Bal, quedaron eclipsados por el fulgor mediático, casi exaltación santoral de Ayuso, o García (Mónica), esta última en una versión más dionisíaca que apolínea. A nivel nacional, el aura fashion de Yolanda Díaz, resalta por encima de su ideología, que a ratos esconde, y a veces saca a orear, enfundando hoces y martillos en vistosas fundas de progresía. No nos engañemos. Hoy en día vende más un “perreo” de emisora que una frase citando el cumplimiento de la norma. Lo hemos normalizado, está bien, pero que no se nos olvide que hemos logrado este sistema parlamentario estable gracias a los Alzaga, Tamames, Leguina, Gallardón, Tocino, Barranco, Sauquillo, Garrigues Walker, Sahagún, Anguita, Almeida, y tantos otros y otras que han hecho buenos los cimientos que un tal John Locke, apuntaló para vencer al Antiguo Régimen de señores y vasallos, reyes y militares, para que la mayoría que se ganaban el pan honradamente, pudieran tener parte en la dirección de sus naciones y sus vidas, pero en importancia inversa.

 

Los liberales, los socialdemócratas, los progresistas, y cierto sector de la derecha moderna, se han dejado la piel por emancipar a la ciudadanía y empoderarla para impulsar una sociedad de personas libres e iguales. La lucha contra los privilegios debe empezar por el rechazo a las inercias de la clase política. La santificación, debe quedar en el ámbito religioso, porque los ídolos de masas, suelen tener los pies de barro.

 

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No registrado
18/04 18:20 horas
Clarividencia, honestidad y pulcritud intelectual. A leer por las nuevas generaciones. Otro gran ratito en brazos de este gran hombre/escritor.

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