Hace unas semanas, durante una sesión con dos hermanos preadolescentes la cual iba dirigida al comportamiento, la expresión emocional y la calidad del tiempo compartido entre ellos, uno de los temas principales fue la influencia social. La hermana salía con sus amigas a menudo y el hermano a veces se unía a esas salidas o coincidía con las amigas de su hermana de algún modo. Durante la sesión, el hermano expresó su molestia con respecto al trato de las amigas de su hermana, pero sobre todo con la influencia que estas tenían en el comportamiento de su hermana hacia él. Así se le cedió el turno a la hermana para que comentará la relación con sus amigas, su papel dentro del grupo y cómo se sentía con respecto a cada una de ellas. Por ello, parte de la sesión consistió en la concienciación sobre la importancia de no dejarse influenciar, la empatía hacia su hermano y la construcción de una opinión propia para establecer relaciones sanas.
En las siguientes sesiones con la hermana, ya que las sesiones con ambos hermanos eran esporádicas, se decidió trabajar la autoestima, pues la pirámide de la autoestima comienza con el autoconocimiento y el autoconcepto de nosotros mismos, en particular comenzamos a explorar las características de personalidad con las que se sentía identificada. Este ejercicio es interesante porque los propios pacientes sin la guía de la terapeuta entran a definir a personas de su entorno con ciertos adjetivos, es decir, identifican a otros. Así, se conversó con ella sobre la importancia de conocerse a sí misma y tomar decisiones que ella considere correctas, no por contentar a sus amigas. También se hizo referencia a no tener miedo a hablar con su círculo de amistades acerca de algunos actos que no le habían parecido bien, no sólo hacia su hermano, sino el comportamiento que alguna de sus amigas tenía en ciertas situaciones.
Los propios pacientes sin la guía de la terapeuta entran a definir a personas de su entorno
Tras esta breve intervención y terapia centrada en dichos pilares de la autoestima, mi paciente me comentó que ese fin de semana ella junto con otra amiga de ese grupo, habían propuesto hacer un juego con todo el grupo de amigas durante la videollamada que acostumbran a hacer. Para mi sorpresa, el juego consistía en valorar a la otra persona tanto de forma positiva como negativa, de forma constructiva y con un lenguaje sencillo, poniendo ejemplos de actuaciones en momentos concretos. Sin embargo, lo mejor no es esta práctica en sí, sino todo lo que conlleva, ya que no tuvo problema en hablar sobre lo aprendido en terapia y, hasta donde sé, hubo colaboración y aceptación de las críticas constructivas que se hicieron entre todas, pudiendo ver también la visión de sus amigas hacia ella.
Este caso no quiere decir que la generalización al entorno real siempre sea tan fácil y rápida pero deja ver todos los beneficios que puede tener que una sola persona trabaje en su salud mental.