Madrid ha vuelto a retomar el pulso que tenia antes de quedar solitaria por una pandemia. Madrid está de regreso y lo esta haciendo por la Puerta Grande. Un triunfo que parece llegar tras años de ruinas y de vacío.
La villa y corte tuvo que bajar persianas y dejar el asfalto libre de bullicios durante mucho tiempo, pero enseguida fue abriéndose paso la vida de nuevo. Poco a poco fue reanimándose según la pandemia iba dando tregua. Volvieron los bares. ¡Ay los bares! Primero en formato terraza, luego en mesas interiores en formato reducido y hace relativamente poco volvieron las barras.
Las barras son un capital simbólico que no apreciamos hasta que lo perdimos. Son lugares de conversación, de intercambio de opiniones y de conocimiento, fuera aparte del disfrute y bebida. En definitiva, un bar es un sitio con una idiosincrasia especial y con mucha cultura.
Y es la cultura algo fundamental en la vida humana. La cultura es cultivar el espíritu y el espíritu es lo que nos da vida. Por eso es fundamental, entender que este nuevo Madrid que esta brotando tiene sus raíces en la cultura segura que se hizo desde cuando paso la peor parte del temporal.
Madrid fue faro europeo y mundial de cultura. El teatro de Canal en junio de 2020, el Real subió a sus tablas La Traviata en julio de ese mismo año y en septiembre ya, llegaron las temporadas de los lugares más mágicos de la ciudad. En septiembre, empezó a andar la cosa hasta hoy que se puede decir que se ha recuperado la vieja normalidad.
No ha habido grandes brotes que obligaran a suspender la actividad cultural, y es que cuándo se hacen las cosas bien pocos peros se pueden poner. La cultura fue segura y es segura, además tiene otro efecto que es curar el espíritu. Hay que ir a todo tipo de espectáculos que seguro que algo te pellizca dentro y sacas alguna conclusión que no habías hecho hasta ese momento.
Las calles tienen que tener pulso
Madrid es restauración y es cultura, pero también es vida. Vida en las calles y vida nocturna. Las calles tienen que tener pulso. Madrid no es Madrid sin su Gran Vía, Preciados y Sol lleno de gente, o la Plaza Mayor llena de turistas a los que sangran en los bares de la porticada. Eso parece que se esta consiguiendo y el punto de inflexión parece haber sido esta Semana Santa.
En esos días, paseabas por el centro y te reencontrabas con acentos poco comunes en un madrileño, o en su defecto, un español. Inglés, francés, italiano o alemán volvían a discurrir por las vías madrileñas. Ahora ya es imposible ir por Sol y no cruzarte con manojos de turistas, aunque para grupos homogéneos los de chinos y esos todavía no se han dejado ver.
Falta estos turistas asiáticos para recuperar totalmente la normalidad, porque la vida nocturna ha vuelto y de que forma. Madrid es un bullicio por la noche. Ya vuelve a ser la ciudad abierta 24 horas, los 7 días de la semana. Hay clubs abiertos y karaokes de mala madres donde pasar la noche y cantar esas canciones de la movida de los 80.
¿Se volverá a vivir una movida? ¿Qué artistas triunfaran? ¿Cuánto durará? No tengo respuestas a ninguna de las tres cuestiones, sin embargo está claro que Madrid quiere comerse el mundo, la gente quiere cantar el triunfo de la vida y los habitantes de la capital desgastar las zapatillas en el asfalto hasta que el cuerpo (o el bolsillo con la inflación galopante) lo permita.