"Qué pelo tan bonito... No tiene rastro de celulitis y no se le marcan las ojeras. ¡Ojalá fuera como ella!". Seguro que muchas veces estos pensamientos han rondado tu cabeza cuando veías una foto de Instagram. Conocemos las ventajas que aportan las redes sociales, pero, como todo, también tienen su parte negativa. Miramos las publicaciones y comparamos nuestras vidas con las del resto de usuarios. Digamos que las plataformas se han convertido en una obra de teatro repleta de vidas perfectas, relaciones felices, cuerpos de ensueño... Muchos anhelan poder tener o vivir todo lo que los demás publican. Pero, ¿qué hay de realidad en los contenidos que vemos?
Parece que los comentarios, likes y follows de nuestras publicaciones determinan nuestra valía como personas, que la persona que más seguidores tiene en Instagram es la que ha triunfado en la vida. No somos conscientes del impacto tan negativo que pueden tener estos pensamientos en los jóvenes que son, por lo general, más susceptibles de creer tener una vida aburrida por no tener los lujos que muestran los influencers en las redes sociales.
¡Ojo! La responsabilidad no debe recaer en los creadores de contenido por mostrar la parte "más bonita" de sus vidas. Lo verdaderamente importante es que los adolescentes sean conscientes de lo que ven y valoren que esa no es la única realidad. Pero no solo eso, también es fundamental que se les dote de las herramientas necesarias para que puedan manejar el impacto que tiene en su autoestima.
Deberíamos de apostar por el respeto y la belleza de la diversidad
Tenemos que ser cuidadosos porque la adolescencia es la etapa en la que comienza el autorreconocimiento y la construcción del individuo como parte de un colectivo. Instagram puede crear la idea de que las personas valen por su aspecto físico y el número de viajes que hacen al año. Un discurso de este estilo puede mermar su salud física y mental, ¿es esta la idea que tenemos de éxito? ¿es esta la idea que queremos que los jóvenes tengan sobre el éxito? Deberíamos apostar por el respeto y la belleza de la diversidad.
Aunque cada vez surgen más perfiles para concienciar sobre salud mental, lo cierto es que rara vez publicamos nuestros momentos de fracaso o tristeza. Nuestras redes sociales son el escaparate de nuestro 'yo' más sonriente, más amable, más atractivo y, por supuesto, más seguro de sí mismo. Y alguien que no se siente tan feliz, ni tan atractivo, ni tan seguro de sí mismo, se pregunta: ¿Estoy fracasando?
¿Quiere decir esto que no compartamos nuestros mejores momentos? La respuesta es no. Lo que sí es importante es que las personas que tienen mayor alcance griten al mundo que detrás de cada publicación hay una historia, quizás muy diferente a la que se percibe. ¡Todos tenemos días de mierda!