La leishmaniosis se está convirtiendo en una enfermedad ‘olvidada’. Pese a ocupar el segundo lugar detrás de la malaria en términos de mortalidad y ser una de las enfermedades parasitarias más importantes del mundo, sigue siendo una enfermedad tropical desatendida (NTD).
Esta enfermedad muy frecuente en perros, es endémica en 98 países, incluyendo América, Asia, África y la cuenca mediterránea. En el centro y norte de Europa se considera una enfermedad emergente, principalmente debido a cambios climáticos y fenómenos de globalización, como explica la Red de Investigación en Sanidad Animal (REDISA).
En animales, puede producir una enfermedad grave con signos clínicos variables: alopecia, pérdida de peso, linfadenomegalia, crecimiento exagerado de las uñas (onicogriposis), lesiones cutáneas, atrofia muscular, letargia, cojera o inflamación articular, epistaxis, etc. En algunos perros pueden producirse cuadros graves de enfermedad renal crónica. Aunque el perro es el reservorio principal de la leishmaniosis, hay otros animales como liebres y conejos, cabras, roedores, gatos, marsupiales, primates, e incluso aves en los que se ha detectado la presencia del parásito.
Los humanos se contagian principalmente al ser picados por flebotomos infectados con el parásito. Para que el vector se infecte ha de picar previamente a un hospedador infectado. Hay tres formas clínicas principales de leishmaniosis humana: cutánea (LC), mucocutánea (LMC) y visceral (LV). La leishmaniosis visceral o kala-azar es endémica, entre otras regiones, en la cuenca mediterránea y es la forma más grave de enfermedad, presentando una alta tasa de mortalidad cuando no se trata.
Prevenir la leishmaniosis canina
‘Diario Veterinario’ recoge las medidas para prevenir la leishmaniosis canina explicadas por Guadalupe Miró, Catedrática del Dpto. de Sanidad Animal de la UCM.
En los últimos años la leishmaniosis ha cobrado gran importancia en nuestro país debido a la aparición de un gran brote en la Comunidad de Madrid (desde el año 2009). La opinión de la Catedrática es contundente: “Si queremos reducir el riesgo de transmisión para el perro, la medida imprescindible es el uso de repelentes para intentar evitar que los flebotomos transmitan la infección”.
La eficacia preventiva de los piretroides en perros, mostrada en diferentes estudios, es cercana al 100% en términos de protección, y esto conlleva a la protección indirecta de las personas u otros perros.
Igual de importante es aplicar repelentes a los perros infectados, “los repelentes debemos utilizarlos en toda la población canina de una zona endémica y, por supuesto, en los perros infectados”, afirma Miró.
Si se diagnostica y trata a tiempo, el animal recupera su calidad de vida, aunque permanece infectado y positivo a Leishmania y, además, conseguimos con medidas de protección adecuadas, “que se reduzca la posibilidad de transmitir la infección a otro flebotomo y de ahí a otros hospedadores, además evitamos una posible reinfección”, concluye la profesora.