Cuando hablamos de un ictus o accidente cerebrovascular solemos asociarlo a una persona adulta o mayor y aunque nos parezca raro, los niños también pueden sufrirlo. Su incidencia es menor que en los adultos pero está entre una de las diez causas más frecuentes de mortalidad infantil. Por eso, en el Día Mundial del ICTUS, os señalamos los síntomas a tener en cuenta en la infancia para detectarlo a tiempo pues un diagnóstico precoz puede limitar el daño cerebral.
Según la Organización Mundial de la Salud, un ictus es un trastorno de la función cerebral, con signos clínicos de afectación focal o global, de desarrollo rápido, con síntomas que duran 24 horas o más, o que conducen a la muerte, sin otra causa aparente que un origen vascular.
En la infancia podemos encontrar dos tipos de ictus, el isquémico o el hemorrágico
En el accidente cerebro-vascular isquémico, hay una disminución importante del flujo sanguíneo en el cerebro, muriendo algunas células cerebrales. Esto puede dañar permanentemente el cerebro y hacer que el cuerpo no funcione como debería. Son los más frecuentes en niños.
En un accidente cerebro-vascular hemorrágico, derrame cerebral o hemorragia cerebral, se rompe un vaso sanguíneo cerebral, dañando algunas células cerebrales. Pueden afectar a niños de todas las edades e incluso a los que no han nacido.
Se habla de ictus perinatal antes de nacer o en los primeros días (hasta los 28 días de vida del bebé) e ictus posnatal cuando se produce a partir de los 28 días de vida.
Entre los motivos o causas, podemos encontrar:
- Un defecto de nacimiento como una cardiopatía congénita, una malformación arteriovenosa o alguna enfermedad que afecte a la coagulación de la sangre como la hemofilia.
- Infecciones (meningitis, encefalitis…).
- Traumas (operaciones).
- Lesiones en una arteria cerebral o rotura de un vaso sanguíneo.
- Trastornos de la sangre (anemia de las células falciformes).
- Trastornos de origen genético, como la enfermedad de Moyamoya, enfermedad rara que afecta a las arterias cerebrales.
- Algunos problemas que afectan a la madre durante el embarazo como la preeclampsia, la diabetes, infecciones, abuso de drogas, etc., o complicaciones durante el parto como la falta de oxígeno.
Ocurren con más frecuencia después del nacimiento, durante el primer mes de vida. La mayoría de los accidentes cerebro-vasculares perinatales ocurren durante el parto o justo después del parto, debido a la falta de oxígeno del bebé al pasar por el canal del parto.
Los síntomas son muy parecidos a los del adulto pero son difíciles de detectar en el recién nacido. Los niños que tienen un ictus perinatal no suelen mostrar signos hasta varios meses o años después.
Los síntomas que podemos encontrar son:
- Problemas motores y/o sensoriales.
- Entumecimiento, debilidad o parálisis repentina de un lado del cuerpo (cara, miembros superiores y/o inferiores).
- Retraso en el habla o dificultad para hablar o entender.
- Dolor de cabeza intenso, brusco sin causa aparente acompañado a veces de náuseas, vómitos y somnolencia.
- Convulsiones.
- Dificultad repentina para caminar, pérdida de equilibrio o coordinación.
- Pérdida de visión brusca de uno o ambos ojos o visión doble, borrosa.
- Primera crisis focal afebril en un niño sano con déficit focal proscritico que no se recupera en 30 minutos.
En los bebes podemos observar:
- Convulsiones en un área del cuerpo, como en una pierna o un brazo.
- Problemas para alimentarse.
- Dificultades para respirar o pausas en la respiración (apnea).
- Preferencia precoz por usar una mano en vez de la otra.
- Retrasos del desarrollo, como darse la vuelta o gatear más tarde de lo normal.
En niños y adolescentes, también, podemos encontrar:
- Problemas para tragar.
- Tendencia a no usar uno de los brazos o una de las manos.
- Rigidez, contracturas o movimientos restringidos en brazos y piernas.
- Dificultades en las tareas escolares.
- Pérdida de memoria o concentración.
- Cambios repentinos en el estado de ánimo o en el comportamiento.
Una convulsión puede ser el primer signo de que un niño mayor o un adolescente ha tenido un ictus. Aproximadamente el 80 % de los niños que sobreviven al ictus presentan secuelas neurológicas a largo plazo como epilepsia, secuelas motoras, de lenguaje, cognitivas, de aprendizaje, así como alteraciones del comportamiento.
Un retraso en el diagnostico puede agravar o aumentar la probabilidad de sufrir estas secuelas que repercuten en la calidad de vida del paciente como la de sus familiares.
En la actualidad no existen tratamientos para reparar las células cerebrales muertas. Sin embargo, las células cerebrales que no están dañadas pueden suplir o aprender a realizar las funciones de las que han muerto.
Fuente: www.masterapiaenmadrid.com