Con esa inocente frase, y bajo la pequeña silueta del Profesor OAK, muchos jóvenes comenzamos una de las aventuras más apasionantes de nuestra infancia. Los Pokémon se abrieron paso a través de nuestras consolas, televisiones, revistas, e incluso casi cobraron vida saltando hasta nuestras manos en forma de figuras coleccionables, peluches o tazos -porque todos, casi sin excepción, hemos jugado a los tazos de Pokémon-, y lo cierto es que estábamos encantados.
Y ahora, después de más de diez años, cuando las nuevas generaciones se habían vuelto poco impresionables, y los dibujos animados cada vez más complicados, volvemos a ser jugadores. Nosotros, los de antes. Los que alucinábamos con la simple evolución de uno de esos pequeños monstruos de bolsillo que tantas horas nos acompañaron cuando éramos apenas unos críos.
Y volvemos a jugar. Y lo hacemos con ganas, con ilusión, difundiendo todo lo que un día aprendimos y habíamos guardado en un baúl, junto con todos esos recuerdos de nuestra niñez. Y nos sentimos orgullosos cuando alguien más joven nos pregunta, impresionado, a qué nivel podrá evolucionar nuestro compañero. Y lo sabemos. Créeme, que lo sabemos... Pero, una vez superado el subidón de adrenalina inicial, habiendo probado la aplicación y experimentadas sus posibilidades - no olvides la foto que seguro te sacaste con un Pidgey al hombro -, podemos analizar el resultado y determinar una sola cosa: se nos ha ido de las manos.
Pokemon Go es capaz de hacerte revivir una divertida historia, pero es la vida real la que te permitirá vivir la verdadera gran aventura
Y es verdad, no se puede negar. La renacida moda de los Pokémon ha cobrado tanta fuerza que se nos han olvidado un par de conceptos básicos, mínimos para la supervivencia humana. ¿Conducir mientras capturas un Charmander? ¿Colarnos en un cuartel de la Guardia Civil por añadir un compañero a nuestra Pokédex? O mejor, cortar por completo el tráfico de una carretera de 120Km/h, solo porque algún “Pokefan” ha dado el chivatazo en las redes sociales de que por allí se ha dejado caer algún Pokémon legendario.
Desde que saliese la aplicación, han sido cientos los medios de comunicación -y no solo en nuestro país, sino en todo el mundo los que nos han traído miles de historias, a cada cual más disparatada. Y aunque algunas comenzaron suscitando curiosidades y bromas, otras han terminado por generar graves problemas. No obstante, y aún con este eclipse, la apliación ha conseguido sacar lo mejor de muchos jugadores. Quedadas multitudinarias en lugares emblemáticos, la posibilidad de entrablar nuevas relaciones de amistad e, irónicamente, ha despertado nuestro instinto de salir a dar un agradable paseo.
En cualquier caso, no podemos olvidar cuál es la verdadera esencia de un videojuego, o en este caso, de una aplicación para el móvil. Su fin es el de entretener, hacernos disfrutar y rememorar algunas de nuestras mejores tardes solos, o con amigos. Pokemon Go es capaz de hacerte revivir una divertida historia, pero es la vida real la que te permitirá vivir la verdadera gran aventura.