Con la llegada del verano, a muchos de nosotros nos gusta lucir una piel morena. Nos vemos más guapos y favorecidos. Además, por todos es sabido que los beneficios del sol para nuestro organismo son innegables, pero también hay que tener mucha precaución para que nuestra piel no sufra quemaduras, que puedan derivar en graves consecuencias.
El bronceado es un mecanismo de defensa de la piel, ya que ejerce un efecto de filtro de rayos UV. Nuestro organismo tiene su propio sistema de protección, la melanina, una sustancia natural del cuerpo que determina el pigmento de la piel, el cabello e incluso del iris. Además, protege a la piel de los rayos UV y cuando sus niveles aumentan, nuestra dermis se oscurece dando lugar a lo que todos denominamos bronceado y, gracias a ella, este se mantiene intacto por mucho más tiempo.
Pero a la hora de empezar a tomar el sol, hay que tener en cuenta una serie de consideraciones, para evitar hacernos daño. A continuación os indicamos los pasos a seguir para conseguir el tono de piel deseado, sin consecuencias para nuestra salud.
A diario
Seguir una alimentación sanar es clave para mantener nuestro cuerpo en óptimas condiciones. También para tomar el sol es importante. Comer verduras y frutas a diario, beber la cantidad de agua necesaria, tomar cereales y frutos secos, puede ayudarnos a mantener nuestra piel sana.
Los alimentos que nos ayudan a tener un bronceado saludable y bonito son los que contienen betacarotenos, los cuales encontramos en las frutas y verduras de color amarillo, naranja y rojo, como por ejemplo la zanahoria, la calabaza, el melocotón, el albaricoque, la cereza o el tomate.
Si a esto sumamos un cuidado externo de la piel, llevamos mucho ganado. Tratar de tener bien hidratada la piel y el pelo durante todo el año es fundamental. Usar crema facial con protección solar también en invierno, así como proteger las manos, ya que son las partes más expuestas al astro rey a diario.
Además, es importante controlar la exposición al sol. Para una piel normal, lo ideal es ir aumentando cada día la exposición, no superando los 15 minutos el primer día, y sumar 10 minutos más cada 24 horas, evitando siempre las horas centrales del día. Pasados 10 días, la piel se habrá acostumbrado progresivamente y estará preparada para soportar una exposición mayor al sol, gracias a sus propias defensas. Aún así, no debe dejar de usarse protección aunque ya estemos bronceados.
Sin embargo, esto varía con cada tipo de piel. Pelirrojos y rubios, cuyas pieles suelen ser más claras, tienen menor capacidad de tolerar la radiación solar, mientras los castaños pueden acercarse más a una tolerancia considerada normal.
Antes de tomar el sol
* Debemos aplicar la crema al menos 30 minutos antes de la exposición. Si conservamos una crema del año pasado, es mejor comprobar la caducidad o incluso desecharla, ya que con el paso del tiempo ha podido perder sus propiedades protectoras.
* Es importante también no usar maquillaje ni desodorantes o productos con alcohol, ya que pueden dejar manchas en la piel.
* Tomar las mismas precauciones aunque el día esté nublado, ya que la radiación ultravioleta también atraviesa las nubes. Lo mismo sucede con las sombras, aunque nos resguardemos bajo una sombrilla, no debemos descuidar la protección.
Mientras estás tomando el sol
* Comenzar a tomar el sol de poco en poco, y mejor si es en movimiento. Un paseo por la orilla del mar o por el campo a primera o última hora del día es ideal.
* No exponerse en las horas centrales del día. Siempre hay que evitar la exposición directa entre las 11:00 y las 17:00 horas.
* Repetir la aplicación de crema cada 30 minutos, y siempre después de los baños, aunque la crema usada sea resistente al agua (no lo son tanto al agua salada).
* Proteger también los labios, y especialmente la cara, cuello, escote y orejas. Proteger la cabeza mejor con sombreros de ala, las gorras o pañuelos no protegen cuello y orejas. Después del sol
* Mantener la hidratación de la piel con una crema, preferiblemente aftersun. No olvidarnos del cabello, que sufre especialmente si ha estado expuesto al sol mojado.
* Si es posible, no uses jabones tensioactivos o perfumes, ya que la piel está más sensible y pueden dañarla.
Con los más peques
Los niños son especialmente proclives a sufrir quemaduras, ya que poseen menos defensas naturales. Es importante, al igual que sucede con los adultos, mantener su piel limpia e hidratada, y tratar de evitar en lo posible su exposición al sol (a ellos les da igual estar o no morenos). Buscar sombras para que jueguen y salir a la calle, playa o piscina evitando siempre las horas centrales del día son normas básicas.
Además, es importante saber que los recién nacidos y los bebés menores de 5 meses no deben exponerse al sol, y con niños menores de cuatro años, debe hacerse con mucho cuidado. Los niños mayores de esta edad tampoco deben exponerse a un bronceado intenso, ya que corren el riesgo de sufrir una quemadura.
La mejor forma de proteger su piel es con filtros físicos y no tanto químicos. La ropa, a poder ser oscura, un gorro y unas gafas son indispensables. Usar un factor de protección adecuado a su piel puede ser determinante. Y, como siempre sucede con los niños, los adultos debemos ser su mejor ejemplo: si nosotros nos protegemos, ellos también querrán hacerlo.