Beatriz Carracedo
Parecía mentira, hacíamos chistes sobre ello, nos resultaba hasta gracioso que, hace unos meses, Donald Trump se posicionase como un candidato con posibilidades para ocupar el despacho oval de la Casa Blanca. Pero los peores presagios se hicieron realidad, y desde hace unos días, este personaje es oficialmente el 45º presidente de los Estados Unidos. Ni en nuestras peores pesadillas.
Independientemente de los motivos que le han llevado hasta este cargo (una rival en el Partido Demócrata, mujer y con algún que otro escándalo a sus espaldas), los hechos son que Donald Trump ya está ahí, y tiene todos los visos de convertirse en uno de los peores mandatarios norteamericanos de la historia. No ha hecho más que llegar al poder y ya ha firmado algunos de los decretos que, como promesas electorales, marcarán el camino de los ciudadanos de EE.UU y de los del resto del mundo. Porque no es que les deseé yo el mal a los norteamericanos, pero ellos tienen que apechugar con los resultados electorales (lógica democrática, aunque algunos no lleguemos a comprender cómo ha podido ser así), igual que apechugamos en España con lo que hemos votado, y no una sino dos veces.
Pero es que ser presidente de los Estados Unidos le da a uno mucho poder. Sus tejemanejes van a influir en la vida de prácticamente todo el planeta. Por ahora, ya ha prohibido la entrada de ciudadanos procedentes de siete países musulmanes; ha dado luz verde a la construcción de un muro en la frontera con México (que encima han de pagar los mexicanos); ha empezado a desmantelar la reforma sanitaria impulsada por Obama; ha retirado la versión en español de la web de la Casa Blanca, y ha cerrado la web oficial sobre cambio climático… En apenas siete días ha tocado casi todos los palillos, así que prefiero no pensar qué alcanzará a hacer en los cuatro años que le quedan.
Enfrente suya, gran parte del mundo de la cultura de su país. Actores y cantantes han escenificado en muchas ocasiones su oposición a las políticas de Trump y sus declaraciones xenófobas y machistas. Y también mujeres, miles de ellas, que se manifestaron un día después de su investidura en una marcha multitudinaria que le recordó que la mayoría de norteamericanos no le habían votado.
Si fuera creyente y taurina, diría aquello de “que Dios reparta suerte”, pero es que ni eso.