Viendo lo que está pasando a nivel nacional, comunidad o municipal en la política entiendo perfectamente que la gente esté dejando de creer en la política, en los partidos y, en especial, en los políticos. Esta falta de credibilidad se debe, principalmente, a la disparidad entre lo que se dice y lo que se hace, algo que siempre ha sucedido en política, pero en estos últimos tiempos se ha generalizado de manera notoria y lo que es peor, se ha normalizado como algo natural entre lo políticos.
En épocas anteriores ya existía esta actitud divergente, pero al surgir la diferencia se intentaba ocultar las palabras, procuraban encontrar las diferencias entre lo dicho y lo hecho o se decidían por explicar la conveniencia del cambio de opinión. En la actualidad, todos los políticos, sin diferenciar por partido político, carecen de ese rubor que provoca ser cazado en la mentira y, por supuesto, no hay ningún atisbo de arrepentimiento por parte del político o del partido. Todos los políticos y partidos dan por hecho que esta actitud está dentro de la índole de cualquier político y, lo que es más grave, consideran que dicha actitud ya está normalizada entre los votantes, los cuales ya dan por hecho que se producirá alguna discrepancia en algún momento.
Esos pocos votos los consiguen sólo con sembrar el miedo y el odio
Normalizar la mentira ha provocado que en los últimos años los electores voten al “menos malo” aceptando que no hay ninguno bueno y justificando su voto en evitar que gobierne el “peor”. Esta normalización se ha buscado y conseguido con un simple acto, promover el odio hacia los demás, de modo que uno puede decir y hacer cosas diferentes pero esto siempre será mejor que dejar que el otro diga y haga cosas diferentes. Han logrado que los programas tengan muy poco peso, porque ya no tienen que cumplirlos, que las propuestas en los mítines escaseen y que cada vez se hable menos de uno mismo y mucho más de los otros.
Ante esta situación mucha gente está dejando de creer en unos partidos que reprochan más que proponen, en unos políticos que piensan más en intereses personales que en los comunes y en una política que sólo se acuerda de los votantes cuando hay elecciones. Y el mayor problema es que a esta política, a estos partidos y a estos políticos ya no les interesa tanto la cantidad de votos, sino el porcentaje, de modo que si amarran los votos suficientes no les importará que vote poca gente. Y por desgracia, esos pocos votos los consiguen sólo con sembrar el miedo y el odio.
Sé que es difícil creer en otro tipo de política cuando todo lo que vemos disgusta, pero si no hacemos nada, si no cambiamos obtendremos el mismo resultado y yo no quiero dejar de creer en una política mejor.