MADRID | Carta abierta del Gregorio Marañón de Madrid: “cuando uno tiene un porqué siempre encuentra el cómo”

El texto ha querido recordar a los numerosos pacientes del centro durante estos duros meses de crisis sanitaria

El texto ha querido recordar a los numerosos pacientes del centro durante estos duros meses de crisis sanitaria

El Hospital Gregorio Marañón es el centro sanitario más grande de Madrid.

Imagen: Comunidad de Madrid.

 

El Hospital Gregorio Marañón se ha convertido durante estos últimos tres meses en la residencia para numerosos vecinos madrileños que han padecido los efectos del coronavirus. Ahora, los profesionales sanitarios han querido recordar y agradecer el trabajo de todos con una carta abierta, incluyendo a pacientes, compañeros y, sobretodo, a quienes han perecido en esta dura batalla. 

 

 

En este Hospital, el más grande Madrid, y uno de los muchos que ha tomado parte frente a la Covid-19, los profesionales de la rama sanitaria han tenido que despedir, en ocasiones en la más absoluta soledad, a muchísimas personas. Para ayudarles a pasar el duro trance, el centro contrató en los últimos días de marzo a 10 psiquiatras para que fueran quienes ayudasen a despedir a quienes perdieron la vida. 

 

Desde el centro de salud, los profesionales han escrito unas palabras en agradecimiento y recuerdo a todos ellos. La carta dice lo siguiente: 

 

 

CARTA ABIERTA DE LOS PROFESIONALES DEL HOSPITAL GREGORIO MARAÑÓN A SUS PACIENTES

 

Hoy los que formamos esta Casa, el Hospital Gregorio Marañón, os hablamos desde el corazón. Desde el mismo corazón que estos días hemos utilizado como un impulso de trabajo, como un arma de construcción masiva, porque hemos aprendido que quien elige el corazón, no se equivoca nunca.

 

Estas palabras van dirigidas a todos vosotros, a los que no queremos llamar pacientes, sino familia, porque durante esos interminables días y temidas noches habéis sido nuestras parejas, padres y hermanos, nuestros abuelos, hijos, compañeros y amigos… y la familia no es una opción, ni un contrato, no es nada más, ni nada menos, que entrega.

 

Aprendimos vuestros nombres para que supierais que estabais con nosotros, para que sintierais que estábamos con vosotros como una necesidad mutua de reconocimiento y “porque dicen que nadie sabe su verdadero nombre hasta que no es llamado por una voz ajena”.

 

Os hemos tratado, os hemos cuidado, pero también os hemos tendido una mano amiga para ofreceros la humanidad de la compañía, esa que os han arrebatado durante tanto tiempo, soledad a la que nos hemos tenido que condenar tantas veces, extirpándonos el primitivo alivio del cariño.

 

Por eso hemos hablado con vosotros, reído y llorado, hemos apretado los dientes de rabia y para coger impulso. Tuvimos que aprender a leer en vuestros ojos preguntas calladas e intentamos que hallarais en los nuestros miradas de comprensión, consuelo, esperanza, de gratitud y fuerza.

 

Tenemos que confesaros que el miedo a perderos nos ha hecho temblar, sollozar y derrumbarnos, pero también nos hizo levantarnos, porque no era fácil llevar bien lo difícil, pero era imprescindible.

 

Lo hemos intentado con tesón, peleando por daros calidad y ofreciendo siempre calidez. Sin ser conscientes llegamos a acompasar nuestras respiraciones, porque vuestros suspiros eran nuestro aliento, porque cada día era necesariamente uno más y nunca uno menos. Celebrábamos con vosotros la vida a pie de vida, porque sabíamos que perderla era perderos.

 

Aprendimos con dolor e impotencia que hay palabras que no se materializan, que decir mascarilla, no protege, y repetir respirador no salva vidas, por mucho que lo intentáramos o lo gritáramos. Sin embargo nada nos paró, ya que cuando uno tiene un porqué siempre encuentra el cómo.

 

Cuando tuvimos que debatirnos entre el miedo y la vocación, siempre optamos por vosotros, y cuando no pudimos remediar lo irremediable, aprendimos que a veces aceptar no es perder, sino vencer.

 

Os confesamos que guardamos con amargura ese adiós o esa cama vacía, convivir con lo inevitable no doblega la pena, solo obliga a sobreponerse.

 

Tuvimos mil errores, dos mil aciertos, tres mil maneras de ayudar, cuatro mil desalientos, cinco mil esperanzas pero una sola razón, todos y cada uno de vosotros.

 

Supimos siempre “que la vida es un don que nos ha sido dado y sólo se merece dándola”, por eso decidimos abrazar a este cruel enemigo común con nuestras vidas para salvar las vuestras.

 

Hoy todos los que conformamos el Hospital Gregorio Marañón, queremos celebrar con vosotros la salud, porque intentamos suturar el alma y, ahora sí cada salida es un triunfo, cada despedida es un aplauso, cada vida una victoria.

 

PORQUE YA NUNCA ESTAREMOS SOLOS, Y PORQUE HOY, POR FIN JUNTOS, HEMOS FORMADO UN NOSOTROS.



Tuvimos que aprender a leer en vuestros ojos preguntas calladas e intentamos que hallarais en los nuestros miradas de comprensión, consuelo, esperanza, de gratitud y fuerza

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