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MADRID | Con el día del Corpus Christi ¡Viene la Tarasca!

Sumérgete en la historia de esta fiesta que tuvo su apogeo en el siglo XVII

Sumérgete en la historia de esta fiesta que tuvo su apogeo en el siglo XVII

Representación de La Tarasca.

Imagen: Ayuntamiento

El día del Corpus Christi es un día señalado en el calendario católico, dedicado a ensalzar la institución de la Santa Eucaristía (Corpus Christi, del latín ‘Cuerpo de Cristo’). Se celebra el jueves, tras el Domingo de la Santísima Trinidad y 60 días más tarde del Domingo de Pascua. En Madrid no tiene la fama ni la tradición que tiene en ciudades como Toledo o Granada, pero, si buceamos por Memoria de Madrid, la biblioteca digital del ayuntamiento, comprobaremos la trascendencia que ha tenido a lo largo de la historia de la ciudad, donde lo profano y lo religioso se aliaban en una fiesta en la que nadie se quedaba fuera. ¡Te lo contamos aquí!

 

La celebración del Corpus fue instaurada por el papa Urbano IV en 1264 y, durante la Edad Moderna (siglos XVI y XVII), adquirió gran significación. A diferencia de otras ciudades, la fiesta del Corpus en Madrid alcanzó gran relevancia a partir de que los propios reyes asistieran a las procesiones. La primera reina en hacerlo fue Isabel la Católica, en 1482. Recordemos que Madrid es ‘Villa y Corte’ desde 1565, lo que provocará que la fiesta del Corpus sea una cita ineludible. Sin embargo, fue durante el reinado de Felipe IV (1621-1665) el momento de mayor esplendor de esta celebración.

 

De recorrido variable según el momento, la grandiosa procesión tenía una duración de seis horas. Comenzaba a las 9:00 de la mañana y terminaba a las 15:00 horas en la Iglesia de Santa María. Ya desaparecida, este templo se ubicaba en la esquina de la calle Mayor con Bailén. Derribada en 1868, los restos arqueológicos visitables, actualmente, nos rememoran su existencia.



Lo profano y lo religioso se aliaban en una fiesta en la que nadie se quedaba fuera

 

  • LOS PROTAGONISTAS: EL MOJIGÓN, LA TARASCA Y LOS GIGANTES

 

Las calles se engalanaban con banderas, colgaduras y tapices, además de altares decorativos y litúrgicos, a lo largo del recorrido. En definitiva, la ciudad se transformaba en un gran escenario teatral, donde se mezclaban lo profano y lo religioso.

 

La fiesta comenzaba el día anterior, cuando un sacristán, acompañado por la figura del ‘mojigón’, recorría las calles por donde iba a desarrollarse la procesión del día siguiente. Este personaje, ataviado con una botarga (traje de varios colores, engalanado con grandes botones), portaba una vara en cuyo extremo pendían una serie de vejigas con las que jugaba a golpear a los espectadores. Una serie de mujeres, diablos y ángeles completaban el cortejo hasta finalizar el recorrido en la iglesia de Santa María. Delante de su fachada, se simulaba un combate entre diablos y ángeles.

 

Organizados en un estricto orden jerárquico, en la procesión del día del Corpus participaban todos los estamentos sociales: los más populares delante y detrás nobles, reyes y eclesiásticos. Junto con un gran grupo de músicos y el ‘mojigón’, abría la comitiva el personaje más emblemático asociado a la celebración, la ‘Tarasca’. Se trata de un animal fantástico, como una dragona o sierpe con alas, de vientre muy abultado y larga cola; representaba la imagen del pecado que sería vencido por el Santísimo Sacramento. Desde su interior, varios utilleros accionaban la boca y movían el cuello con la intención de asustar y gastar bromas para júbilo de los asistentes. Sobre su lomo, solían disponerse otras figuras móviles que representaban escenas burlescas, acrobáticas e, incluso, taurinas.

 

Del mismo modo, la ‘Tarasca’ era una mujer. Hacía referencia a una santa de la localidad francesa de Tarascon que había salvado a varios jóvenes de una serpiente demoníaca. A partir del siglo XVII, era vestida y peinada de forma tan elegante que marcaba la moda femenina del año siguiente. Esta mujer, conocida también como ‘tarasquilla’, iba acompañada por gigantes, la gigantilla y otros muñecos de gran tamaño, precursores de los actuales gigantes y cabezudos.

 

La contratación de la ejecución de la ‘Tarasca’ se hacía normalmente por concurso. A partir del siglo XVII, los maestros artesanos debían presentar un diseño con memoria para ser valorado por una comisión local. En el Archivo de Villa, que hoy celebra la Semana Internacional de los Archivos, se conservan numerosos dibujos de éstas, ofreciéndonos información valiosa sobre los maestros artesanos encargados de estas obras, la evolución de la moda femenina y del propio proyecto de las ‘Tarascas’.

 

Dado su carácter más profano y popular, hubo sectores de la sociedad en contra de este personaje fantástico por lo que hubo reyes que limitaron su recorrido como Felipe III. Incluso, hubo algunos que prohibieron su aparición en la procesión. Así lo hizo Carlos III por Real Cédula de 21 de julio de 1780, por considerarlas “indecentes”.

 

Cerraba la procesión del día del Corpus la Custodia procesional, encargada por la Villa de Madrid a Francisco Álvarez en 1573, platero de las reinas Isabel de la Paz Valois y de Ana de Austria, esposas del rey Felipe II. Debemos recordar que aún no existía la Archidiócesis de Madrid-Alcalá (creada en 1885), por lo que la custodia fue costeada por el ayuntamiento mediante el cobro de impuesto. Al ser propiedad de éste, la Custodia, magnífico conjunto renacentista de orfebrería madrileña, se conservada y expone en la Casa de la Villa.

 

  • OTROS ESPECTÁCULOS: LOS AUTOS SACRAMENTALES

 

La celebración del Corpus Christi se completaba con la celebración de otros espectáculos como corridas de toros (aunque en ocasiones fueron prohibidas por los Papas) o banquetes. Sin embargo, cabe destacar la puesta en escena de autos sacramentales en distintos escenarios dispuestos en la villa. El genio de estas obras de teatro religiosas fue Calderón de la Barca, aunque otros escritores del Siglo de Oro, como Tirso de Molina o Lope de Vega, escribieron este género. En el cuadro “Representación teatral en la Plaza de la Villa” que nos pintó Joaquín Muñoz Morillejo, se representa “La Divina Filotea” de Calderón de la Barca ante la Casa Consistorial de Madrid, en 1681. Con el tiempo, el interés por estas obras teatrales fue decayendo, hasta que fueron prohibidas en 1765 definitivamente.

 

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