Amanda Avilés
@AmandaCoconutt
Su estreno, su carta de presentación. Su: “esto es lo que soy”. Eso es lo que significa para Valeria Castro el lanzamiento de ‘Ay amor’, bajo el sello de Warner Music, primer tema que escuchamos de su puño y letra después de haberla seguido, desde 2016, en todas y cada una de las versiones que ha decidido compartir con el mundo. Sabina o Alejandro Sanz son solo algunos de los nombres con los que se ha atrevido, regalándonos canciones casi nuevas, pese a los años, por la frescura y magia que consigue contagiar cuando las hace suyas.
El mismo Sanz dijo de ella que había conseguido erizarle la piel. Normal, porque Castro tiene una voz y una sensibilidad que traspasa la pantalla y, ahora, la artista demuestra que también tiene un amplísimo mundo interior por explotar.
Otro tipo de amor
Tanto es el diamante en bruto (poco a poco, cada vez más pulido) que habita en Valeria que ‘Ay amor’ no va, precisamente, de ese amor en el que todos pensamos. Al contrario, da protagonismo a “la falta de un amor concreto”. La inmigración llevada a canción y tratada con el cariño y el mimo que solo Valeria podía darle. Eso es este tema. “Es delicado, porque no es mi realidad”, dice, mostrando respeto y prudencia, “pero tenía que usar el pequeñito altavoz que tengo hoy para esa gente que solo busca un mundo mejor”.
Una responsabilidad social que, siente, tiene que saber aprovechar y que, además, considera que todos tenemos. “Si alguien está atento a lo que dices, estás dando un mensaje. En tu grupo de amigos, familia, en una canción o en una película”, ejemplifica. “En la vida, todo tiene su repercusión”. Su objetivo con este trabajo no es otro que ese: despertar conciencias. “Me gustaría que hiciésemos autocrítica”. En el terreno más musical, “me gustaría que se notase la pureza que intento poner en cada nota”, dice ilusionada. “Me meto mucho en el proceso creativo de cada canción y espero, con esta, dar un poquito de paz”.
‘Ay amor’ es la píldora que Valeria ha decidido mostrar antes de ese esperado disco, pese a las adversas circunstancias. “Ojalá pronto”, espera. Por su parte, está dispuesta a poner toda la carne en el asador. “Sueño con ese momento porque yo sigo siendo esa que compra discos físicos, aunque luego tire de plataformas”, se ríe. “Voy a seguir trabajando duro para que así sea”.
Si alguien está atento a lo que dices, estás dando un mensaje. Y eso es una responsabilidad
“Sacar lo que tengo dentro”
Castro define la composición como “algo curativo” para ella. Trasladar sus emociones a los acordes lleva siendo su vía de escape desde que recuerda tener uso de razón. Aun así, tiene un plan B, una carrera ajena a la música, pero, matiza, “no concibo la vida sin ella”. Su meta, claro está, es el plan A. “Siempre lo vi como un sueño inalcanzable, pero, según maduraba, me daba cuenta de que podía ser mi trabajo y tener la suerte de hacerlo disfrutándolo muchísimo”.
De las primeras personas que supieron por su amor a la música, cree recordar, fue su hermana gemela. Valeria comenzó a subir versiones a Instagram, pero con la cara tapada, para mantener su anonimato. Le duró, aproximadamente, un año, hasta que sus amigos ‘destaparon el pastel’. De eso han pasado ya cuatro, y ya ha pisado más de un escenario, incluso en plena pandemia. “He sido de las afortunadas que han podido tocar”, dice, algo que valora especialmente porque los directos son su adicción. “En ese momento me sentí plena. No hay comparación entre una pantalla y estar, cara a cara, viendo a alguien escucharte”.
Más temas y alguna colaboración (que no nos puede chivar) es lo que veremos de Valeria Castro en los próximos meses. Natalia Lafourcade, Guitarrica de la Fuente o Jorge Drexler son algunos de los artistas con los que le encantaría compartir talento, incluso probar “otros estilos que todavía no he tocado”.
Valeria no se cierra a nada, quiere exprimirlo y saborearlo todo. Esa energía, esas ansias de sentir y ese calor en lo que hace es lo que lleva conquistando a sus seguidores desde el principio y, por fin, Castro empieza a firmar con nombre propio. ‘Ay amor’ es el comienzo. Somos testigos; acaba de nacer una estrella.