Hablar de Gila es hablar, directamente, del humor del siglo XX. Quien no conoce su nombre, se pierde una de las grandes señas de identidad de, podemos decir, todo un país. España sanó ciertas heridas a través de su visión positiva, que rozaba lo absurdo en algunas ocasiones, sobre aparentes desgracias que solo pueden provenir de la guerra o, en su defecto, la posguerra.
Un hombre que, con lo aparentemente simple, consiguió ser tan único que, a pesar de las décadas, no ha podido ser replicado. Una forma diferente de hacer las cosas, y una carrera que fue mucho más allá de los monólogos, aunque no sea la faceta más explotada por el gran público.
Gila basó su vida en la creación artística en numerosas vertientes, y una de ellas fue el humor gráfico. Un foco en el que se centra la exposición 'Gila, al aparato', que se puede visitar en el Espacio Efemérides, en Fundación Telefónica, hasta el próximo 31 de diciembre de 2020. Tal y como explican desde la organización, "no es esta una exposición exactamente sobre la vida del gran Gila, ni pretende ser un repaso exhaustivo de sus actuaciones, sus viajes, sus relaciones". "Nos hemos querido centrar en su ingente obra, y en cómo innovó en los diferentes ámbitos profesionales en los que estuvo involucrado", inciden.
La entrada se puede reservar, de forma gratuita, a través de la web
El artista demostró, desde pequeño, una gran habilidad para dibujar. Llenaba de dibujos los sitios más insospechados. Esto le llevó a estudiar dibujo en la Escuela de Artes y Oficios, animado por su abuelo y su tío. En 1940, publicó su primera viñeta en una revista llamada Domingo, después le siguieron publicaciones como Imperio, Flechas y Pelayos y el semanario Cucú. Pero su gran oportunidad llegó con su trabajo en La Codorniz, un semanario de humor de gran prestigio en la época y el vehículo a través del cual empezó a ser conocido. Más tarde, publicó en otra gran revista de la época, Hermano Lobo.
Sus viñetas de personajes de grandes narices entremezclan el humor con la crítica, en ocasiones a través de mensajes sutiles, en otras brutales y directos, en los que la sorpresa golpea en forma de un humor descarnado y repleto de denuncia. La inspiración le venía, según sus palabras, de aquello que veía a diario en la calle; de nuevo, la magia de lo cotidiano.
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