Parece que en los últimos tiempos la sostenibilidad ha cosechado un espacio primordial en la vida de los madrileños que, recientemente, no han dejado de escuchar la cantinela que les responsabiliza de la calidad del aire que da vida a la capital. El escenario actual con el que a veces convive y otras veces lidia Madrid, gira en torno a la activación o rebocamiento del protocolo anticontaminación; el cual obliga en su fase número uno a reducir la velocidad en los principales accesos a la capital y en la M-30, en base a la información que recogen diariamente las 24 estaciones de medición de la calidad del aire repartidas por toda la ciudad. Pero esto no es todo: un letrero luminoso recomienda, insta y persuade a los conductores que circulan por las citadas vías a echar mano del transporte público.
Ante este panorama y teniendo en cuenta que el Metro de Madrid siempre fue la joya de la región, el hijo predilecto de la 'villa y corte', cualquiera entendería que la inversión aquí destinada se transformase en unos servicios y equipamientos a la altura del título del que goza. Sin embargo, la salubridad del aire que respiran los usuarios de Metro de Madrid ha sido puesta en entredicho tras los datos que revela un estudio llevado a cabo por los químicos Carlos Pérez Olozaga y José Antonio Meoqui.
Ambos científicos se propusieron realizar una serie de mediciones de la calidad del aire en el suburbano ayudados por el Air Beam1 PM2.5
Aval científico
Ambos científicos se propusieron realizar una serie de mediciones de la calidad del aire en el suburbano ayudados por el Air Beam1 PM2.5, un sofisticado instrumento de medición que, según certificó recientemente el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), es el que ofrece la mejor correlación con los sensores de las estaciones fijas de control de la contaminación atmosférica.
El estudio midió la presencia de las partículas en suspensión de menos de 2,5 micras (PM2.5), catalogadas como las más dañinas para la salud. Los datos se obtuvieron en dos días distintos y con condiciones atmosféricas contrapuestas. El primero de ellos, el último viernes de noviembre, coincidió con la entrada en vigor de Madrid Central. También con uno de los frecuentes episodios de alta contaminación de la capital, además de con el fenómeno conocido como inversión térmica y una situación anticiclónica, lo que tiende a disparar la presencia de partículas contaminantes en el aire. La segunda jornada de mediciones se realizó los pasados 28 y 29 de enero con una situación modélica: aquel día el aire de la capital estaba inusualmente limpio.
En el primer escenario, y con los medidores de contaminación del exterior marcando niveles de PM2.5 en torno a los 15-20 microgramos/m3 (µg/m3), su presencia en el interior del Metro fue entre dos y tres veces superior: osciló entre los 40 y 60 µg/m3. En el segundo, y con unas concentraciones de PM2.5 en el aire de la calle inferiores a 5 µg/m3, algunos, pasillos y andenes arrojaron datos de concentraciones de partículas que oscilaban entre los 10 y los 25 µg/m3. Así, en determinadas zonas del suburbano, la presencia de partículas contaminantes se llega a multiplicar por cinco.