La fauna ecléctica del suburbano madrileño no es solo un mito. Alrededor de quinientos carteristas se confunden con los 657 millones de usuarios del Metro de Madrid con el fin último de ensanchar su alijo; las víctimas, generalmente los turistas que visitan la capital. Actúan de forma sistemática y en muy pocos segundos, a pesar de que la Policía Nacional tiene identificados a buena parte de los malhechores.
En cifras
Al día se producen una media de 30 hurtos, especialmente en las líneas que atraviesan la últimamente sonada ‘almendra central’ -todas las que están dentro de la M-30-. Hablando en plata, el pasado año se produjeron 11.000 denuncias; de las cuales 10.000 se referían a hurtos o robos, y el resto, casi en su totalidad, a apropiaciones indebidas. Los objetos preferidos para los ladrones son la cartera y el teléfono móvil que despiezan en España o Marruecos para, posteriormente, venderlos en el mercado negro.
Fuentes policiales aseguran que durante la temporada estival los robos en la capital decrecen debido a que los destinos de costa donde los turistas se confinan frente a nuestras playas son, en sus propias palabras, “más fructíferos”.
El pasado año se produjeron 11.000 denuncias; de las cuales 10.000 se referían a hurtos o robos, y el resto, casi en su totalidad, a apropiaciones indebidas
Sanción administrativa
Hecha la ley, hecha la trampa. Los sustractores se valen de la propia legislación española para hacer sus cábalas: si lo sustraído no supera los 400 euros de media, todo queda en una sanción administrativa puesto que se considera un delito leve de hurto, lo que no acarrea pena de prisión, únicamente una multa de uno a tres meses. A pesar de que la cifra de delitos de esta tipología va fluctuando, los ‘chinaores’ –como se les conoce en el argot policial- no dejan de crecer; ¿deberían, por tanto, endurecer las penas?