Hay quien entiende la gestión municipal como un viejo juego de mesa de aquellos en los que, tras tirar los dados, tenías la obligación de tomar decisiones en cuestión de segundos. Seguro que recuerdan esas partidas eternas en las que se compraban y se vendían propiedades, calles, u hoteles, con vistas a sacar la mayor rentabilidad y convertirse en un ser más poderoso que el resto de los compañeros con los que se disfrutaba de la tarde.
Ese modelo, que nos introducía el capitalismo en vena cuando éramos jóvenes, está muy presente en la estrategia política del actual Gobierno del Ayuntamiento de Madrid. Y más, cuando nos fijamos en el Área de Cultura y en las acciones que se han ido adoptando en estos últimos años. Desde la llegada de la Delegada se ha entrado en una espiral de destrucción y de improvisación que jamás se había conocido. Acabaron con Medialab Prado, acabaron con la zona de residencias artísticas de Matadero, acabaron con los concursos públicos y con el Consejo de la Cultura de la ciudad de Madrid.
Habían cogido el cubilete y lanzamiento de dados, tras lanzamiento de dados, se adueñaban de lo público para convertirlo en lucro para terceros. Poco les importó que los artistas y creadores se viesen apartados. Poco les importó que los sectores culturales y las asociaciones criticasen cada una de las medidas. Poco les importó que los vecinos pasasen malos momentos económicos, ya que optaron por subir el precio de las entradas por encima de los principales museos nacionales de nuestra ciudad.
Hay quien entiende la gestión municipal como un viejo juego de mesa de aquellos en los que, tras tirar los dados, tenías la obligación de tomar decisiones en cuestión de segundos
Vender, vender y vender. Permitir que se haga negocio con la cultural, priorizando a la banca sobre los intereses generales. El Área se ha convertido en una especie de agencia inmobiliaria que regala espacios sin preocuparse por lo que se pierde en cada operación. Son los autores de Plan Estratégico de Desguace que solo encuentra una pequeña resistencia a través de un pequeño bono que sigue garantizando el acceso de la cultura de los que menos tienen. Un bono cultural destinado a los jóvenes que propusimos los socialistas en el mandato pasado y que se ha convertido en una especie de aldea gala que aguanta las embestidas del Área de Cultura.
Ahora, más que nunca, es necesario que el denominado JOBO se amplíe a otros sectores poblacionales que requieren nuestra atención como gobernantes. Llevamos años exigiendo que se diseñe una tarjeta que permita el acceso a la cultura de aquellos madrileños que tienen pensiones no retributivas, o que se encuentran sin empleo desde hace demasiado tiempo.
La cultura municipal, la pública, no puede dejar a un lado a cientos de miles de ciudadanos que no pueden pagar los precios que se han establecido. Madurar pasa por saber diferenciar lo que ocurre frente a un tablero de juego, de lo que ocurre en la realidad. Madurar en política pasa por ayudar al conjunto de la sociedad y no solo a los intereses privados. Seguirán tirando el dado y ofertando lo que es de todos, pero nosotros seguiremos resistiendo y planteando una ciudad muy distinta a la que nos quieren vender.
Mar Espinar (portavoz del Grupo Municipal Socialista de Madrid)