A pesar de que se hubiese perdido entre disturbios y violencia, la final de la Copa Libertadores entre River y Boca era una final de fútbol, en la que el único objetivo era marcar un gol más que el rival.
Un factor que, algunos aficionados -si se les puede llamar de esa manera-, habían olvidado. Para que se celebrara, el espectáculo se vino a Madrid, una ciudad que dio un ejemplo de cómo organizar un partido de estas características.
La Polícia hizo su trabajo. Los dirigentes, como los llamarían los argentinos, dirigieron de verdad, sin dejarse influir por el miedo a unos barras que poseen más poder que los propios líderes del país.
Quizá el fútbol sudamericano se agarra más a la pasión que al propio fútbol porque tiene poco fútbol que ofrecer. Así lo volvimos a ver durante el partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores.
Con el 2-2 de la ida, los nervios marcaron el ritmo de un encuentro que no se empezó a mover hasta el minuto 40 de la primera mitad. Lo movió Benedetto, que marcó un gol de lo más europeo. Su burla al defensa de River se le volvería en contra. Pero esa es otra película.
En el minuto 121 dio al palo y River sentenció en el 122 con un tanto del Pity a puerta vacía
River, con más calidad que Boca, lo intentó de todas las maneras en la segunda mitad. Y lo consiguió de la forma en la que el fútbol más lo agradece: tocando el balón por el suelo con rapidez.
Jugada de 10 entre Juanfer, Nacho y Palacios para que Pratto rematase a placer y pusiera el empate. La jugada más rápida de la final más lenta y larga de la historia de la Libertadores.
Pero River no aprovechó el arreón del gol. La prórroga llegó con la emoción que esperábamos, con todo encaminado a una tanda de penaltis que los corazones 'millonarios' o 'xeneizes', difícilmente, aguantarían.
La entrada de Juan Quintero y la expulsión de Barrios para Boca decantaron la final del lado de River. Un golazo del colombiano ponía el 2 a 1, con la hinchada local (a pesar de estar a más de 12 horas de distancia del Monumental) desatada en las gradas del Bernabéu.
Boca no tiró la toalla. En el minuto 121 dio al palo y River sentenció en el 122 con un tanto del Pity a puerta vacía. River levantó el trofeo, un trofeo que deja varias conclusiones.
La primera, que Argentina tardará años en superar este partido. La segunda, que Madrid se ha coronado como la ciudad más segura para la disputa de un partido de fútbol de estas características.