Cada martes y jueves, la piscina de El Galeón se llena de niños que acuden a su cita semanal con sus monitores, Ángel Hoya y Ángel Calvo, que imparten clases de natación a través de un programa lúdico y recreativo pensado para que los niños “lo pasen bien y disfruten dentro del agua”, explica Calvo.
Estos dos profes de piscina, como a los niños les gusta llamarlos, se encargan de un total de cinco grupos formados por un conjunto de entre seis y ocho alumnos con necesidades especiales. Los niños son agrupados según su nivel de autonomía para realizar las actividades propuestas en las clases, que se dividen en dos partes. La primera mitad se dedica al desarrollo cognitivo, que se trabaja a partir del manejo de goma eva y de pequeños puzles que los niños y niñas construyen con bloques de diferentes formas y colores.
El desarrollo motor de estos pequeños se trabaja durante la segunda parte de la clase, en la que se proponen circuitos para recorrer fuera del agua y, posteriormente, ejercicios de desplazamiento en el medio acuático.
Ángel Hoya: “Preferimos tener grupos pequeños que podamos atender bien y en los que los niños se adapten sin problema”
Clases divertidas para todos
“El problema más común entre estos niños es que se frustran cuando no alcanzan determinados objetivos, por eso, nosotros dejamos que cada uno se marque su propio ritmo y haga hasta donde puede”, comenta Ángel Hoya. Los niños que acuden a las clases de natación en El Galeón están acostumbrados a asistir a terapias en las que el funcionamiento y la dinámica de las sesiones son bastante rígidas, por eso los monitores “unen el aprendizaje y el desarrollo dentro del medio acuático con actividades recreativas que sean interpretadas como un juego por los niños, como el buceo, los saltos y todo lo que tenga que ver con el movimiento dentro y fuera del agua”, señala Ángel Calvo.
El contacto directo de los monitores con los niños que acuden a las clases y con sus familias propicia que se creen vínculos muy especiales y que, en ocasiones, actúen como guías en la vida cotidiana de estos pequeños. “Hay niños que han crecido con nosotros y, a veces, más que su monitor te sientes como un hermano mayor”, confiesa Hoya.
Una pequeña familia
En la piscina de El Galeón se ha creado una pequeña familia que pretende seguir creciendo, siempre y cuando esto no comprometa la comodidad de los niños. “Preferimos tener grupos pequeños que podamos atender bien y en los que los niños se adapten sin problema”, cuenta Ángel Hoya.
Ambos monitores coinciden en que el mayor regalo que reciben con su trabajo es el cariño y el agradecimiento por parte de los niños y niñas que acuden a sus clases. “A veces, desde las instituciones no se incentiva esta práctica deportiva, pero el agua tiene muchos beneficios e invitamos a las familias a que vengan a conocernos y a descubrir todo lo que pueden aprender y lo bien que se lo pueden pasar”, concluye Calvo.